martes, 29 de junio de 2010

Las lágrimas bienaventuradas


Las “lágrimas” son las pesadumbres, las adversidades, los dolores que todos sufrimos y derramamos en el agún momento de la vida.

¿Pero cuáles son las lágrimas bienaventuradas?

Son las lágrimas de los que lloran sus propias caídas o los pecados del mundo.
De los que aceptan las penas como medio de purificación de sus pecados.
De los que se imponen penitencias para formar su alma en el dolor.
De los que sufren persecución y dolores por causa del reino de Dios y de su extensión.
De los que pasan sequedades, tribulaciones con paz.
De los que gimen por el amor de Dios y por el cielo.
Todos estos son los que derraman lágrimas que, en sentido evangélico, pueden llamarse bienaventuradas y por lo tanto recibirán la divina consolación.

Santa Catalina de Siena, en su famosa obra El Dialogo, tiene un precioso capítulo sobre las diferentes clases de lágrimas, su valor y fruto. Esta Doctora de la Iglesia distingue hasta cinco clases de lágrimas:

1.- Lágrimas malas, que engendran muerte. Son las que proceden del pecado y llevan al pecado. Lágrimas de odio, de envidia o desesperación, que proceden de un corazón desordenado y apartado de Dios.

2.- Lágrimas de temor por los propios pecados. Son las de los que se levantan del pecado por temor al castigo: el temor les hace llorar. Su motivación no es perfecta, pues no hay necesariamente arrepentimiento.

3.- Lágrimas de los que, lejos del pecado, empiezan a querer servir a Dios pero, privados de los consuelos visibles, lloran por verse con tanta incapacidad y tribulaciones y se ven perdidos a la hora de actuar.

4.- Lágrimas de los que aman con perfección a Dios y al prójimo, doliéndose de las ofensas que se le hacen a Dios y compadeciéndose del daño del prójimo, en completo olvido de si mismos.

5.- Lágrimas de dulzura, derramadas con gran suavidad por la unión íntima del alma con Dios. Son lágrimas de puro amor que derraman los santos en las más altas cumbres de perfección cristiana.

Ciao.