Este Jesús de Nazaret, sin dinero ni armas, conquistó más millones de súbditos que Alejandro, César, Mohamed y Napoleón; sin ciencia ni aprendizaje, arrojó más luz sobre lo humano y lo divino que todos los filósofos y eruditos juntos; sin la elocuencia de las aulas, pronunció palabras de vida como las que jamás se oyeron antes, y tuvieron un efecto que sobrepasa lo que el orador o el poeta pueden alcanzar; sin haber escrito ni una sola línea, puso más plumas en acción, y proveyó más temas para sermones, oraciones, discusiones, libros, obras de arte y cantos de alabanza, que todo el ejército de grandes hombres de los tiempos antiguos y modernos juntos.
Nacido en un pesebre y crucificado como un malhechor, controla ahora los destinos del mundo
civilizado, y regenta un imperio espiritual que comprende al menos una tercera parte de los
habitantes de la tierra.
Nunca hubo en este mundo una vida tan humilde, libre de pretensiones, exenta de toda ostentación externa, y sin embargo teniendo como resultado efectos tan extraordinarios en toda las edades, naciones y clases de hombres.
Los anales de la historia no proveen ningún otro ejemplo de un éxito tan completo y prodigioso como ese, a pesar de la ausencia de esos poderes e influencia material, social, literaria y artística tan indispensables para el éxito de los seres humanos comunes.
Cristo se erige, también en ese respecto, como el Uno y Único entre todos los héroes de la historia, y nos presenta un problema irresoluble a menos que admitamos que él fue más que un mero hombre: El eterno Hijo de Dios.
(The Person of Christ, Philip Scaff)
Ciao.
No hay comentarios:
Publicar un comentario