domingo, 16 de octubre de 2011

La infancia espiritual



Somos felices cuando ponemos en Dios nuestra confianza como niños.

Mateo 19, 13-15

En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos les regañaban. Jesús dijo:
- Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el Reino de los Cielos. Les impuso las manos y se marchó de allí.

Reflexión

“Dejad que los niños se acerquen a mí…

Jesús acoge a los niños, que los discípulos querían alejar. Ellos son bendecidos por Jesús para subrayar el amor que la familia y la iglesia deben tener por los niños. Educar a los niños en la fe significa dejar que ellos vayan libremente al encuentro con Jesús amigo. Ellos también son el símbolo, en su disponibilidad y pureza, de las condiciones de quien quiere entrar en el reino de los cielos.

Jesús en el evangelio nos dice que quienes son como niños irán a él y entrarán en el reino de los cielos. Esta enseñanza no sólo la entendió sino que la vivió en toda su vida santa Teresa del niño Jesús. En la biografía escrita por ella misma notamos que, ya desde pequeña, era muy madura y reflexionaba sobre los problemas de la vida espiritual. Pero, en su situación concreta, podía hacer sólo las pequeñas cosas que hace un niño cualquiera. Pronto comprendió que había una diferencia entre la perfección y la forma externa con que se expresa. La perfección es el amor: el gran amor constituye la gran santidad. Pero un gran amor no se expresa, necesariamente, con grandes actos. Un niño consigue expresar gran afecto con gestos pequeños.

En este sentido, Teresa quería ser pequeña toda la vida, la pequeña hija de Dios que expresa su amor por el Salvador en las pequeñas acciones de la vida cotidiana. “No, yo sé muy bien que no es esto, en modo alguno, lo que le agrada a Dios en mi pobre alma. Lo que le agrada es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia… Este es mi único tesoro”.

Muchas personas viven siempre amargadas, demasiado angustiadas por los problemas económicos, por la situación en el trabajo o en la familia, incluso objetivamente difíciles. Creen tener el deber de resolver todo solos, olvidando que Dios está siempre presente y nos ayuda. Sin embargo, toma otra dimensión cuando miramos a Dios. Somos más felices cuando ponemos en Él nuestra confianza y nuestra seguridad. Si tuviésemos más fe, y dejásemos a Él el timón de nuestra vida, encontraríamos de nuevo la serenidad de nuestra infancia.

Oración:

Señor Jesús ayúdame a comprender que la única grandeza evangélica que tú nos has enseñado es la de servicio, humildad y sencillez. Al igual que Santa Teresa del niño Jesús quiero vivir en una constante infancia espiritual para ser digno de entrar en el Reino.

Actuar:

Cultivar en mi vida el abandono total en las manos de Dios como expresión de la infancia espiritual enseñada por Teresa del niño Jesús.

Autor: P Rafael Jácome L.C.

Ciao.

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