lunes, 17 de octubre de 2011

Llevar nuestra Cruz




No existe únicamente la cruz de Cristo, existe también nuestra cruz.

Y, entonces... ¿Cuál es esta cruz?

Tengamos esto presente. La cruz que no nos va nunca bien es precisamente la nuestra.

La cruz no es un vestido, ni un par de zapatos que nos deben venir a la medida. La cruz jamás va a la medida de nuestro gusto y de nuestras exigencias particulares. Desgarra, magulla, araña, arranca la piel, aplasta, doblega, nos hiere...

Y, sin embargo, no hay duda. Para que sea de verdad nuestra, la cruz no debe irnos bien. Por cualquier lado que la miremos, la cruz nunca va bien.

Tampoco a Cristo le iba bien su cruz. No le fue bien la traición de Judas, el sueño de los apóstoles, la conjura de sus enemigos, la fuga de sus amigos, las negociaciones de Pedro, las burlas de los soldados, el grito feroz del pueblo.

La cruz, para que lo sea, no debe irnos bien.

Esa cruz que nos viene encima en el momento menos oportuno -una enfermedad que nos pilla mientras tenemos muchas cosas que hacer y que nos echa por tierra un montón de proyectos -es la "Nuestra".

Esa cruz que nunca hubieramos esperado, es "nuestra" cruz.

Esa cruz que no habríamoss elegido nunca entre otras mil, no hay duda: es "nuestra" cruz.

Esa cruz que siempre nos parece excesiva, disparatada, desproporcionada para nuestras débiles fuerzas, no pertenece a los otros: es la "Nuestra".

No nos hagamos ilusiones. No existe una cruz a nuestra medida.

Para ser cruz tiene que estar fuera de nuestras medidas y de n uestros planes.

Valoremos todo con atención. Y, si encontrammos al final la cruz que nos va bien, tírala. Esa, seguro que no es la nuestra.

Las señales para reconocer si una cruz es nuestra o no son desconcertantes: Imprevisión, repugnancia, malestar, imposibilidad, inoportunidad, sentido de debilidad.

Si una cruz se nos presenta como antipática, desagradable, excesiva, demasiado grande, insoportable, no dudemos en cargar con ella. Nos pertenece, esa es para nosotros aunque no nos guste.

Por otra parte, no importa que no sea "nuestra" en el momento de partir. Llegará a serlo durante el camino, a través de una cierta familiaridad que se establecerá entre nosotros y ella.

Al principio se nos presentará como si nos fuera extraña. Después descubriremos que es verdaderamente nuestra. Sólo llevándola y aceptándola nos daremos cuenta de que esa cruz es "Nuestra".

Con ésto no quiero decir, y quiero que me entiendas, que las relaciones entre nosotros y la cruz se hagan idílicas, que todo tenga que marchar bien.
Con la cruz no hay nada que vaya bien. La cruz marca surcos profundos en las espaldas y en el corazón.

Pero, a pesar de todo, se establecerá una familiaridad. Una familiaridad sufrida, pero justificada por el sentido que se descubre poco a poco, caminando y abrazándola con amor, y aun cuando el significado no aparezca claro y no entendamos muy bien el porqué de nuestra cruz, siempre está la Fe que nos invita a dejarnos conducir de la mano de alguien que sabe lo que es padecer y cargar con ella.

¿Pero qué es la Fe?: Fe, quiere decir simplemente, saber que Él sabe lo que nos pasa, aún cuando estemos a oscuras.

Después de todo ésto, aprendamos la lección: Lo que cuenta no es que la cruz esté hecha a nuestra medida. Lo esencial es que nosotros estemos a la medida de Cristo.

Ciao.

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