martes, 13 de marzo de 2012
La actitud crítica
Debido al crecimiento cultural que la sociedad ha experimentado, la actitud crítica es cada vez mayor. Ya son historias pasadas las escuchas pasivas sin posibilidad de respuesta.
El peso de la autoridad era tanta que la crítica si podía hacerse se nos antojaba como un desvarío, una falta de educación y respeto, y frecuentemente como una frescura, nunca como un ejercicio de la inteligencia.
La sensibilidad actual ha optado por defender con argumentos sus posiciones personales, sin sometimientos serviles o autodestructivos.
Hoy cada uno se siente defensor de sus criterios personales independientemente del lugar que ocupe en la sociedad. El derecho a opinar ha dejado de ser un coto cerrado para sólo unos pocos (con poder).
Esta conquista ha enriquecido enormemente los pareceres que la gente tiene sobre los temas más diversos. Entre el blanco y el negro ha surgido una amplia gama de colores intermedios muy interesantes.
Las posturas extremas van perdiendo partidarios, hoy se valora más el matiz, la distinción y todas aquellas circunstancias que acompañan a un hecho.
Los conocimientos intelectuales cada vez superiores y más frecuentes se han convertido en la principal arma en nuestra dialéctica cotidiana.
Efectivamente la formación intelectual es el mejor instrumento para adoptar una actitud crítica frente a planteamientos, posturas o teorías que no nos convencen.
Tapar la boca a otro con argumentos de autoridad ha sido durante años una técnica que se ha ejercido con todo descaro, en la actualidad este tipo de argumentos se nos presentan como poco convincentes, por eso la actitud crítica ha de echar mano de la ciencia y de la razón, de planteamientos intelectuales serios para fundamentar su discrepancia.
La actitud crítica posibilita que las personas débiles puedan defenderse de las actitudes prepotentes que tienden a imponer siempre su criterio. Al abuso de autoridad, al abuso de poder, a la desconsideración frente a la diversidad del otro, hoy no se responde con el silencio y el sometimiento, porque hay en la sociedad una conciencia viva de que dogmas hay muy pocos y cada uno puede opinar o discrepar cuando lo crea necesario.
Estar siempre dispuesto a escuchar los puntos de vista ajenos es, sin duda, un comportamiento sabio que por una parte nos acerca más a los demás y por otra nos enriquece personalmente.
Instalarse en la verdad es, sin duda, la postura más equivocada que puede tomar un hombre o una mujer.
Este tipo de personas se les conoce inmediatamente porque más que dialogar adoctrinan, recetan antes de haberse tomado la molestia de escuchar los síntomas de la enfermedad. No valoran lo particular, lo circunstancial, lo que de único tiene toda biografía personal, y por eso aconsejan teniendo sólo en cuenta el parámetro del hombre ideal (para ellos). Para éstos la actitud crítica de los demás es únicamente una justificación de sus debilidades.
Miguel-Angel Martí García
Ciao.
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