sábado, 21 de abril de 2012

La realidad banalizada






La foto que encabeza hoy mi post, pertenece al autor del artículo que hoy os dejo. Es mi buen y querido amigo Alfredo Ybarra Lara.
Una persona estupenda. Buen profesor, buen articulista, y mejor persona. 
Conozco a Alfredo desde hace más de 30 años. Fue profesor de mis hijos en el Colegio Virgen de la Cabeza de Andújar de los Padres Trinitarios y a raíz de éso, entablamos una relación estupenda no solo de madre a profesor, sino de amiga a amigo. 
Yo fui presidenta de la Asociación de Padres (en mis tiempos se decía así), durante 7 años en dicho colegio, y compartimos muchas horas de trabajo, de actividades y de ocio, y siempre tuve su apoyo incondicional, así como el de todos los profesores, a todas mis propuestas.
Siempre se ha destacado por el arte de escribir bien, y lo demuestran sus miles de colaboraciones tanto en verso como en prosa, en multitud de medios de comunicación tanto escritos como visuales. Una vida dedicada a la enseñanza y a la literatura, que hoy os dejo, como botón de muestra.
A modo de anécdota personal y con todo mi cariño, yo le llamaba cuando estábamos en el colegio "plumita de oro", por lo bien que se le ha dado esto de las letras y porque lo suyo ha sido siempre manifestar su sensibilidad interior, a través de sus escritos.
Hace unos días encontré este artículo que me tomo la libertad  de compartirlo con vosotros, porque es una estupenda reflexión sobre la  realidad y la locura que estamos viviendo en nuestra sociedad.
Como en otras ocasiones, aquí os lo dejo, y espero que os guste.



Estamos vulgarizando la realidad. Es lo que oigo por los círculos más o menos instruidos y personas preocupadas y con cierta sensibilidad ante la vida de mi alrededor.
Ya sea en la ciencia, en el periodismo, la literatura, las artes, el discernimiento, la política, …., en tantas cosas, se ve una bajada de escalones. Y no es que uno vaya en contra de una mayor difusión de las cosas, del acceso a las redes del conocimiento y la comunicación a nivel general. No es uno un tiquismiquis de esos que hablan de que ellos sólo ven documentales y se sienten en la élite por sus gustos y tendencias esnobs.
No hay que mirar más que la televisión, muchos de sus programas en los últimos años, para darnos cuenta de lo que hablo. Popularizar las cosas no es malo, pero sí degradarlas. Es lo que está pasando, y me preocupa mucho con el conocimiento y la cultura.
Estamos en un marasmo de banalidades donde ganan los pescadores de la demagogia y los especuladores de tres al cuarto. Estamos enredados en una red demasiado peligrosa en cuanto a la educación y su contexto, donde no consensuamos un sistema estable, de luz larga y de hondo caudal, que dote a las nuevas generaciones de unas sólidas bases de conocimientos, de caminos para saber acceder a éstos y de un fondo reflexivo repleto de actitudes.
La vida está inundada de una chabacanería impertinente y locuaz, de mucha ordinariez.
Y con ese marco nuestra respuesta al día a día es netamente inculta. La crisis en la que nos hemos situado es ante todo económica, pero su rango, la atmósfera que la envuelve, es cultural.
Con otro sustento cultural, nuestra realidad ante la crisis sería otra, como lo es en otros países donde se prima la instrucción, los conocimientos, la vida sensitiva hacia el mundo cultural en general. Y no hay que irse muy lejos, ciudades o comunidades autónomas donde parte de su desarrollo busca pilares instructivos y relacionados con las artes en general, tienen una pátina singular un matiz que les da ciertas alas como dicen que da esa bebida energética.
Lo vulgar nos entontece, lo banal es insípido; lo contrario, el ser más selectos, más preparados, más indagadores, nos hace más emotivos, más reflexivos, nos hace navegar en la emoción múltiple, lo que nos pone ante mayores horizontes y perspectivas más luminosas.
Si algo nos van a enseñar las tan durísimas circunstancias económicas y laborales por las que estamos pasando es que nos hemos dado cuenta del grado de trivialización al que habíamos llegado a niveles consumistas.
Todo estaba al alcance de la mano, todo se podía conseguir muy fácilmente. Pero es que ahora se está trivializando hasta el clima negativo que vivimos, lo hacemos hipernegro y apocalíptico y lo metemos en la batidora de la banalización general.
Pienso que esto es así porque de este modo esos muñidores de los hilos del teatro de la realidad lo tienen a huevo para seguir en su tribuna distante y jactanciosa.
Pero en fín, hasta James Bond, ha dejado su exclusivo dry Martini para pasarse a la cerveza, de una marca determinada que paga la última producción del agente 007. Lo frívolo nos come con sus pies de barro.

Alfredo Ybarra

Ciao.

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