miércoles, 6 de junio de 2012

Genuflexión: Mucho más de lo que parece




Muchas veces pienso que los católicos nos movemos por instinto al hacer ciertos rituales. Nos los han enseñada desde pequeños y ya, como si fuéramos robts los hacemos, sin pararnos a pensar en su historia o su significado. Mirad lo que he encontrado en la sección de Iglesia del periódico La Gaceta, que me ha parecido de un gran interés para que conozcamos el significado de algunos gestos religiosos que hacemos.


De rodillas:
Mientras en algunas iglesias modernas el sagrario se retira del lugar central y elevado para pasar un segundo plano, cada vez más fieles prescinden de la tradicional costumbre de la genuflexión. La guerra contra la genuflexión es mucho más que la batalla por un pequeño gesto.

 Ocurrió en una iglesia de Ginebra en el siglo XIX. Como cada día al final de la jornada, el vicario de la parroquia, el obispo suizo Gaspard Mermillod recorría la iglesia antes de cerrar, revisando que no quedase nadie rezagado o escondido con malas intenciones.
En su solitaria ronda de seguridad, a media luz, Mermillod pasó por delante del sagrario. Como cada noche, se detuvo, se arrodilló, recitó una breve oración y besó el suelo, antes de seguir revisando el resto del templo.
De pronto, llegados de una esquina de la iglesia, escuchó unos pasos entre la penumbra, y al instante distinguió a una elegante mujer.
El obispo salió a su paso y le preguntó:
- “¿Qué busca usted, señora, por estos lugares a una hora semejante?”.
Y la dama, le respondió:
- “Perdone usted mi atrevimiento. Soy protestante. Sin embargo, he oído con mucho interés los sermones que usted ha predicado últimamente sobre la eucaristía. Y he querido saber con certeza si usted creía verdaderamente cuanto en ellos nos ha dicho… Como prueba, quise ver cómo se portaba usted ante el tabernáculo al encontrarse solo en la iglesia y no creerse visto por nadie”.

La genuflexión, solitaria, llena de fe, y silenciosa, de aquel devoto obispo suizo caló tan hondo en el corazón de esta mujer, que muy pocos días después se convirtió y pidió su ingreso en la Iglesia Católica.
Desde entonces, la conversión de la genuflexión de Mermillod ha servido como recordatorio de la importancia de este sencillo gesto de adoración, que encierra en su brevedad, insignificancia aparente y sencillez buena parte del misterio y de la esencia de la fe católica.

La burla de los judíos:
No es fácil determinar el origen histórico de la genuflexión que hacen los católicos frente al sagrario. Muchos autores cristianos coinciden en que debe de tratarse de un gesto heredado de la cultura romana, como señal de respeto hacia una autoridad.
Otros, en cambio, como el capellán Antonio Lobera y Abio, en su libro "El porqué de todas las ceremonias de la Iglesia y sus misterios", vincula su origen a las burlas sufridas por Cristo durante la Pasión:
“Solo sé que la genuflexión en el santo sacrificio de la misa simboliza la burla que hicieron los judíos al pasar por delante de la majestad de Cristo, y que ellos solo doblaban la rodilla; y que para desmentir esta burla, nos manda la rúbrica que lleguemos con la rodilla hasta el suelo”.
Sea cual sea su origen, no hay dudas sobre su significado, y no por casualidad a partir del siglo XII la genuflexión se convirtió en el símbolo más popular entre los fieles que desean mostrar su adoración y reverencia ante el Santísimo Sacramento.
El Ceremonial de los Obispos nº 69 recuerda que la genuflexión, “que se hace doblando la rodilla derecha hasta la tierra, significa adoración; y por eso se reserva para el Santísimo Sacramento, así como para la santa cruz desde la solemne adoración en la acción litúrgica del Viernes Santo en la Pasión del Señor hasta el inicio de la Vigilia Pascual”.

A pesar de que en algunas iglesias la arquitectura moderna de las últimas décadas ha contribuido a descentrar la atención del sagrario -concediéndole una ubicación secundaria-, la Iglesia recuerda con frecuencia que este, en donde se reserva el Santísimo Sacramento, es el lugar más importante
del templo; de ahí que, al menos hasta hace poco, el sagrario estuviera ubicado en lugar principal en la mayoría de las iglesias, y frecuentemente, alineado con el pasillo central, para facilitar también que los fieles pudieran dirigir hacia él su mirada, sus oraciones, genuflexiones y símbolos de adoración, y sus pasos.
“Es fácil comprender que, en cualquier iglesia o lugar sagrado, lo más importante es el sagrario, porque allí está Dios”, escribe Jesús Simón Pardo en San José, un hombre corriente, “pasando las imágenes a un lugar secundario, pues solo representan al santo, advocación mariana o pasajes de la vida del Señor al que están dedicadas”. Y añade: “Carece de sentido entrar en la iglesia y dirigirse directamente a rezar ante una imagen cualquiera sin saludar al Señor, pasando por delante del sagrario sin hacer ningún signo de respeto, expresivo de nuestra fe”.

La pérdida de la costumbre de la genuflexión en muchas iglesias camina en paralelo a otra práctica litúrgica en decadencia, si cabe aún más importante: La de arrodillarse en la santa misa en el momento de la consagración.
Cada vez son más los fieles que permanecen de pie durante el momento central de la eucaristía, por comodidad o influidos por doctrinas teológicas perniciosas, que pretenden acabar con la adoración a Dios.

No es algo ‘no moderno’:
Este tipo de vicios litúrgicos, enormemente contagiosos, a veces vienen propiciados de nuevo por el propio diseño del templo, ya que actualmente encontramos en varios lugares de Europa - pero también en España- no pocas iglesias de reciente construcción que han decidido eliminar los reclinatorios, tanto entre los bancos, como en el lugar de recibir la comunión, como en los
confesionarios.
Tal vez alarmados por esta peligrosa espiral de pérdida de símbolos pequeños, pero esenciales para la fe de los católicos, la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice publicó el pasado año el documento Los signos externos de devoción por parte de los fieles.
Una parte de este documento se dedicó a recordar la importancia y el significado de arrodillarse durante la consagración o al recibir la comunión: “Queremos destacar el arrodillarse en la consagración y, donde se conserva este uso desde el Sanctus hasta el final de la Plegaria eucarística, o al recibir la sagrada Comunión”, afirma, “son signos fuertes que manifiestan la conciencia de estar ante Alguien particular”.“Arrodillarse ante Dios no es algo ‘no moderno’”, advierte el documento, “sino que corresponde a la verdad de nuestro mismo ser”.

Por último, el papa Benedicto XVI, consciente de la importancia de estos detalles, se mostró más firme aún en su Teologia della liturgia pidiendo a los fieles y a los parroquias que hayan perdido estas costumbres que las recuperen cuanto antes: “Quien aprende a creer aprende también a arrodillarse, y una fe, o una liturgia que desconociese el arrodillarse, estaría enferma en uno de sus puntos capitales. Donde este gesto se ha perdido, se debe aprender de nuevo, para que nuestra oración permanezca en la comunión de los apóstoles y los mártires, en la comunión de todo el cosmos, en la unidad con Jesucristo mismo”.

¿Sabía usted que...?:
- El Ceremonial de los Obispos nº 69 señala la supresión de la genuflexión doble que se realizaba, por ejemplo, ante el Santísimo expuesto.
- A quienes no pueden realizar la genuflexión, por su avanzada edad o por enfermedad, la Iglesia recomienda sustituirla por una leve inclinación de cabeza ante el sagrario.
- El origen de la palabra “genuflexión” procede del latín genu flexio, que significa ‘flexión de rodilla’.
- Durante la liturgia el sacerdote que preside la eucaristía hace también tres significativas genuflexiones: después de la consagración del pan, después de la consagración delvino y justo antes de comulgar.

ITXU DÍAZ

Ciao.

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