viernes, 13 de julio de 2012

Necesidad de la esperanza




Todos los seres humanos tenemos necesidad de la esperanza que aliente nuestra existencia.
Cuando perdemos toda esperanza se acaba en sentido de la vida y se instala en nuestro interior la tristeza y la infelicidad.
La esperanza en una convicción, un estado de ánimo que nos proporciona la seguridad de que es posible alcanzar los bienes que deseamos, la felicidad que anhelamos.
La esperanza es confianza y seguridad, apoyo, ánimo, consuelo, certeza. Pero, ¿Puede haber ciertamente una esperanza que no sea ilusoria?... ¿Cuántas veces en nuestra vida hemos sufrido desilusiones, fraudes, chascos, engaños de muchas cosas, acontecimientos, personas en quienes habíamos confiado?.. ¿Promesas que se han convertido en pompas de jabón, o en castillos en el aire?... Innumerables veces lo hemos experimentado.

Por ello, aleccionados por la realidad debemos basar nuestra esperanza en un fundamento sólido, seguro, cierto y  debemos de esperar en alguien que no nos defraude, que tenga la garantía absoluta de la bondad, del poder, de la sabiduría. Eso sólo lo podemos encontrar en Dios.
Es el misterio fundamental de nuestra fe que proclamamos en el Credo. Dios se ha hecho hombre, hermano nuestro para que nosotros seamos hijos adoptivos de Dios, para salvarnos de nuestra condición de criaturas pecadoras y hacemos partícipes de su vida eterna.
Como dice San Pablo en su carta a los Efesios: "Dios nos eligió en su Hijo, antes de la creación del mundo para destinarnos a ser hijos suyos por Jesucristo". ( Ef. 1,4.5). 
La Resurrección de Jesucristo es la base de nuestra propia resurrección, pues nos la ha prometido: "Este es el designio de mi Padre: que todo el que reconoce al Hijo y cree en El, tenga vida eterna y yo lo resucite en el último día" (Jn. 6,40),
Esto constituye nuestra esperanza definitiva y nuestra responsabilidad presente.

No se trata de enajenar y engañar a los creyentes con la ilusión de una vida futura y que se desentiendan de la vida presente. Al contrario, el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo, ni podemos descuidar las tareas personajes y sociales, pues la propia fe obliga al más perfecto cumplimiento de los deberes según la propia condición, y la obligación grave de ocuparse del bien de los demás. Tampoco es la fe un pretexto para no trabajar buscar los bienes materiales, la salud, las sanas satisfacciones de la vida presente.
La Resurrección de Jesús es para nosotros motivo de esperanza, pero al mismo tiempo una experiencia de cumplir sus mandatos.
No se trata de la fe y el conocimiento simple de un hecho histórico. Es eso y mucho más. Se trata de la toma de conciencia de nuestro ser cristiano y "la acción sigue al ser".
Nuestro compromiso es vivir la paz, la alegría, la seguridad, y al mismo tiempo la responsabilidad de cooperar a hacer realidad que nostrae consigo la Resurrección de Jesús. De no ser así, vana sería nuestra esperanza, como la de un hombre que quiere hacerse rico sin trabajar.

Es oportuno y conveniente reflexionar en algunas de las consecuencias de la Resurrección de Jesucristo.
Primero, la glorificación y plenitud para el hombre, para todos los hombres.
Segundo, la seguridad de la trascendencia definitiva del ser humano, de la persona en cuanto tal.
Tercero, la valoración de la materia y la santificación, de toda tarea humana.

Pero además necesitamos: 

Primero: Cooperar a hacer realidad la glorificación de todos los hombres por el respeto, pro el amor, por el reconocimiento de su dignidad, por el cumplimiento estricto de los derechos humanos, por la práctica de la justicia, de la libertad, de la verdad, por el trabajo a favor de la cultura, del arte, de todo lo que enriquece al hombre y le hace vivir más plenamente.
Segundo: Vivir cada uno de nosotros la seguridad de nuestro porvenir eterno, tomando conciencia y ayudando a los demás a que vivan en la esperanza, a que valoren la existencia, a pesar de los males del mundo, es bueno vivir, procurar la paz, ver la realidad sin claudicar, y aceptar tranquilamente el hecho de la muerte.
Tercero: Realizar con la mayor perfección posible nuestro propio trabajo y cooperar para que así también lo hagan los demás.
Estimar todos los trabajos y oficios propios y los que realizan los demás, pues si los hace un hombre ya por ese hecho son dignos. Trabajar en nosotros y en los demás por la responsabilidad, la laboriosidad, el esfuerzo, la solidaridad, la creatividad. Esto es un programa muy denso, escrito es fácil, pero para ponerlo por obra se necesita mucha reflexión y muy buena voluntad.

A veces damos la impresión de que nuestra fe consiste sólo en ritos, por ejemplo en la cuaresma todo mundo va a tomar ceniza porque es un rito que en ocasiones sin reflexionar, sin entender, sin devoción, con toda la rapidez posible, el caso es recibir la ceniza.
Se cumple el célebre dicho de: "¿A dónde vas Vicente?, a donde va la gente". 
Y así nos pudo haber pasado en esta Semana Santa o cualquier otra festividad de la Iglesia en que asistimos a unos ritos y ceremonias, a veces muy hermosos, llenos de signos que no siempre tenemos idea de su significado, pero que resultan agradables como si fueran un espectáculo piadoso. Se acaba la celebración y no pasa nada, seguimos igual que siempre. Ni siquiera aumenta nuestra esperanza ni nos llena de ánimo, de alegría o revive nuestro compromiso cristiano.

Todos somos responsables de los demás, hemos de procurar en cuanto nos sea posible que los otros vivan dignamente, satisfagan sus necesidades básicas. Tenemos muchísimos problemas al respecto, hay millones de pobres, estamos en una época de crisis económica, de crisis de valores, de mucha crisis en general, que afecta al funcionamiento de toda nuestra vida y la de los demás pues los tiempos de crisis son oportunidades de actuar, de superarnos.
Si cumplimos nuestros deberes con nosotros mismos, con nuestros familiares y con los demás ciudadanos, ciertamente nuestra vida se llenará de alegría y de esperanza, pero si no los cumplimos no estamos en condiciones de que se realicen en nosotros las promesas de Jesús Nuestro Señor.

Ciao.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lourdes, sigo liado con esto de escribir comentarios, antes he mandado algo que no sé a quien llegará ni si llegará. Lo intento de nuevo, como comentario.
Gracias por llamar a mi requerimiento y por incluir las direcciones que te pedía.
Un abrazo
Antonio