Antes de llevar a cabo cualquier acción consideremos si afecta los derechos o la integridad de las demás personas.
Aunque siempre nos indiquen que hay que respetar a los mayores, recuerdemos que hay que respetar a las personas de todas las edades.
La familia y el ámbito doméstico ofrecen el campo ideal para el entrenamiento en el valor del respeto.
Gracias a ellas los niños y jóvenes pueden alcanzar la meta que como proyecto de familia nos trazamos.
Es común que pidamos respeto a los niños, pero no se los demos.
Aprendamos a escuchar con atención lo que le nos dicen y así lograremos que ellos nos escuchen con igual cuidado.
Enséñemosles a responder con educación utilizando los recursos comunes de la cortesía, como las expresiones “por favor” y “gracias”.
Llamemos a las puerta de sus habitaciónes antes de entrar en ella.
Establezcamos límites de espacio, horario, recursos y conducta. Señalarlos significa mostrarle a los hijos que no son los dueños del mundo.
Manejemos con sensatez las diferencias de opinión y criterio.
No perdamos la calma en situaciones de indisciplina. La violencia física y verbal deben excluirse de la vida familiar.
Ciao.
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