sábado, 22 de diciembre de 2012

"El Viejito Pascuero"


En una mañana de Septiembre del año 1897, el Redactor Jefe del periódico neoyorquino “The Sun” encontró sobre su mesa de trabajo la siguiente carta de una niña de 8 años:

Estimado Señor Redactor:

Tengo ocho años de edad, algunas de mis amigas siempre me dicen que no existe el Viejito Pascuero. Sin embargo mi Padre afirma que si esa existencia “The Sun” la confirma, entonces es que existe el Viejito Pascuero. Por favor dígame la verdad: ¿Existe realmente el Viejito Pascuero?

Virginia O’Hanlon

Francis Church , Redactor de “The Sun”, con reluctancia e indecisión tomo para sí la tarea de responder a la carta de Virginia.
Entretanto habiendo comenzado a escribir, las palabras saltaron rápidas sobre el papel, y así surgió la siguiente carta:

“Virginia:

Tus amigas no tienen razón. Ellas sufren una enfermedad pésima y que más tarde les traerá muchos dolores. Ten cuidado para que esa enfermedad no te coja. Se trata de una enfermedad del alma.
Nosotros los adultos la llamamos incredulidad, espíritu de crítica, falta de inocencia. Tus amigas y otras personas que intentaron convencerte piensan que son sabias y experimentadas, porque sólo admiten como real aquello que pueden ver con los ojos y tocar con las manos. ¡Sin embargo ellas no saben cuan poco es eso!

Ahora pequeña Virginia, imagina todo ese inmenso Globo terrestre con sus lagos y montañas, con sus ríos y mares, y flotando sobre nuestras cabezas el cielo infinito con sus miríadas y miríadas de estrellas.
Imagina cuantas especies de seres existen en el mar, en los aires y sobre la tierra.
El hombre es apenas uno entre millares de seres y además ¡Cuán pequeño! Delante de las inmensidades del universo, él es poco más que un abejorro o una hormiga. ¿Cómo entonces puede el hombre ver todo lo que existe y con su pequeño entendimiento querer explicar todas las cosas?

Sí, Virginia, ¡Existe el Viejito Pascuero! Con tanta certeza como existen el cariño y la alegría, el amor y la bondad, los cuales sin embargo no podemos ver con los ojos, ni palpar con nuestras manos. Pero todo eso existe. Tú misma ya los experimentaste. ¿Y no traen ellos belleza y alegría en tu vida?

¡Ah, como sería triste el mundo sin el Viejito Pascuero! Tan triste como si no hubiese más Virginias, como si no existiesen más los cuentos de hadas, los ángeles, las canciones, las historias infantiles escritas por los poetas.
O si, por el contrario, sólo hubiese gente que jamás se encanta con nada, que jamás sonríe. Entonces estaríamos todos perdidos. Y aquella luz eterna que jamás se apaga, con la cual los niños iluminan el mundo y que acompaña a todo niño que nace, esta se apagaría para siempre.

¿No creer en el Viejito Pascuero? Entonces nadie más necesitaría creer en hadas y ángeles. Tú podrías convencer a tu padre que colocase vigías delante de cada chimenea en la Noche de Navidad, para que ellos pudiesen coger al Viejito Pascuero.
¿Qué quedaría entonces probado si ellos no lo viesen descender por la chimenea? Nadie ve al viejito Pascuero.
Eso, sin embargo, no prueba que no exista. Las cosas que en este mundo son verdaderamente reales no las pueden ver ni los niños ni los adultos.
¿Ya viste alguna vez danzar un hada sobre los prados floridos? El hecho de que no la hayas visto no prueba que el hada no dance en los prados. Nadie puede comprender las maravillas invisibles del universo.

Tú puedes desmontar un cascabel de un niño para ver cómo se produce propiamente el ruido de las piedrecitas que se entrechocan. Sin embargo, sobre el mundo invisible hay un velo extendido, el cual no puede ser rasgado ni aun por el hombre más fuerte de la tierra y ni siquiera por la fuerza conjunta de todos los hombres fuertes de todas las épocas.
Solamente la Fe y la Caridad pueden levantar un poquito la punta de este velo y así contemplar la belleza y esplendor sobrenatural que se esconden detrás de él.

¿Será todo eso realidad? ¡Oh, Virginia sobre la tierra nada hay más real ni más verdadero que eso! ¡Gracias a Dios que el Viejito Pascuero vive y vivirá eternamente! En los próximos mil años “ ¡Oh, qué digo, pequeña Virginia “, en los próximos diez mil años, multiplicados por otros tantos mil años, el Viejito Pascuero continuará haciendo que los corazones puros de los niños se alegren y batan con más fuerza en la bendecida noche de Navidad.
Publicado en Catolicismo n° 576 Diciembre de 1998 -

Nota: Desde el punto de vista de la Doctrina Católica, cabrían algunas ponderaciones e incluso restricciones que hacer al texto reproducido. Por ejemplo, él parece equiparar la existencia de los ángeles, cuya existencia es cierta por la Fe, con las hadas y otros seres imaginarios. Sin embargo tales ponderaciones son más o menos intuitivas, y lo que se quiere resaltar es sólo la necesidad de la creencia en un mundo sobrenatural y maravilloso que encontraremos plenamente en el Cielo, en oposición a una cierta mentalidad materialista moderna, para la cual sólo tiene existencia real lo que es palpable.

Ciao.



2 comentarios:

Luisa dijo...

¡Feliz Navidad Lourdes!
Besos

lojeda dijo...

Igualmente para ti primor. ¿Sabes que tu hermano Pablo es muy amigo mío? Lo descubrí cuando vino en mayo a Jaén, y pensando en la coincidencia de los apellidos se lo pregunté y me dijo que eras la hermana pequeña. Me hizo gracia, no haber caído en la cuenta antes.
Un beso grande para ti y todos los tuyos y que paséis una Navidades estupendas.