sábado, 19 de enero de 2013
El invierno demográfico como crisis del sentido de la vida
Más allá de cualquier condicionamiento económico, existen unas causas ideológicas y culturales de la baja fertilidad
Un escenario espectral y decrépito, de formidable naturaleza senil y desencadenante del actual empobrecimiento económico y afectivo, nos muestra desde el pasado lunes el Instituto Nacional de Estadística en su informe “Proyecciones de Población 2012”, a través del cual se dibuja el inquietante descenso y envejecimiento de la población española.
Según el citado Informe, las tendencias demográficas actuales llevarían a España a perder una décima parte de su población en 40 años, desde 2018 habrá más defunciones que nacimientos, y el 37% de la población sería mayor de 64 años en 2050.
No es nada nuevo. Los nacimientos en España se desplomaron de manera vertiginosa desde los años 70.
En nuestro tiempo nacen menos españoles que a mediados del siglo XIX o durante la última guerra civil, con un 40% menos de españoles que ahora y en medio de una tragedia humana y económica de proporciones colosales, según recoge Alejandro Macarrón en El suicidio demográfico de España.
La tasa de fecundidad es tan baja en España que necesitamos uno más por cada dos niños que nacen, así como más de 9 millones de residentes adicionales con menos de 34 años. Entre 2010 y 2020 cada año habrá un 3% menos de españoles con edades comprendidas entre 25 y 35 años.
Jim Roger, un afamado inversor y analista financiero, diría a mediados del año 2010 que “el principal problema de Europa en el siglo XXI es probablemente el demográfico”.
No hay crecimiento económico sin crecimiento de población, sin más personas capaces de trabajar y crear riqueza, y con una mayor demanda de bienes de consumo. Cuando la población envejece, cae el consumo y la inversión, creciendo el gasto en sanidad y en pensiones, lo que impedirá a su vez el crecimiento económico.
Pero más allá de cualquier condicionamiento económico, existen unas causas ideológicas y culturales de la baja fertilidad. Las causas económicas son causas que se definen por tener otras causas, por una determinada visión del mundo. La propuesta de la familia heterosexual y la maternidad como rol social, vista como algo reaccionario por la cultura dominante, sigue siendo una propuesta imprescindible.
Es inexcusable dar la batalla por la vida para contrarrestar el invierno demográfico que desolará a España en los próximos años, cuando muchos de nuestros contemporáneos rechazan la procreación, con una positiva mentalidad contraceptiva, porque creen que así prestan un servicio a la sostenibilidad ambiental y a la humanidad futura.
El filósofo David Benatar, en su libro "Mejor no haber sido nunca: El daño de la existencia, expresa en voz alta la secreta mentalidad de una Europa", secularizada: La vida es deseo insatisfecho, carencia, frustración; los momentos de gozo son dolorosamente desproporcionados a los periodos de desilusión y vacío.
Es lo que Hegel denominaba como “la melancolía del cumplimiento”. Existe una radical asimetría entre placer y dolor: si contemplamos nuestra vida objetivamente -sostiene con coherencia Peter Singer- no es algo que debamos infligir a otros. En realidad, sólo falta dar el paso de convertirnos en la última generación sobre la tierra.
Esta visión del mundo demuestra algo tan revelador como exasperado: la vida no tiene apenas sentido, ¿Para qué transmitirla? Aquí está la clave, el factor decisivo para comprender la crisis demográfica. Nos encontramos sumergidos en un tedio civilizacional, donde el cambio de paradigma familiar en la sociedad se articula desde un Estado que envenena el tejido social con funestas legislaciones y oscuras sentencias, propugnadoras de mensajes morales, y donde la función paterna o materna se ve sometida a un proceso irreversible de deconstrucción, exaltando una cultura marcada por el nihilismo, el relativismo y la desesperanza.
El invierno demográfico responde a todo un estilo de vida relajado e indiferente que fomenta en la persona el egoísmo y la fijación en los derechos que posee, la promoción personal, la satisfacción de los propios intereses y el excesivo amor a uno mismo, al que todo debe quedar subordinado. Comprometida la persona con la búsqueda de valores materiales y entregada a un deseo de gratificación y de inmediatez que, además de atender sólo a lo útil y provechoso, deteriora las relaciones humanas, la aparición de los hijos sólo podría asemejarse a enojosas responsabilidades cuando el fin último consiste en la oquedad de vivir cómodamente.
La crisis demográfica viene coincidiendo con el auge de una cultura que aspira a una felicidad de pequeño formato, sin compromisos ni vínculos definitivos, propensa a la diversión epidérmica, y castradora de una finalidad y un sentido trascendente de la vida. La crisis demográfica no sólo se cifra en el terreno jurídico y económico cuanto en el terreno de los valores y de las ideas, convirtiéndose así en una verdadera crisis cultural de ausencia de reconocimiento, prestigio y gratitud hacia el matrimonio y la familia, y donde cualquier propuesta de políticas natalistas, auspiciadoras de la maternidad y de los derechos de los padres, se contempla como reaccionaria y ultraconservadora.
Si la crisis del matrimonio y de la familia es uno de los factores más influyentes en el descenso de la natalidad, el reto actual de la familia es el de mantener su propia identidad, unas relaciones fuertes entre sus miembros, en la reciprocidad entre los sexos, frente a la estúpida y destructora idea de la “igualdad” de los sexos que nos ha llevado a una sociedad capaz de disolver las relaciones personales en el emotivismo y el utilitarismo.
En la Encílclica Humanae vitae, Pablo VI dirá que el problema de la natalidad sólo podrá resolverse desde una visión integral del hombre, en conformidad con las leyes morales y los principios de la misma moralidad.
La familia tiene la misión, cada vez más, de ser lo que es, “una comunidad de vida y de amor” -como expresó Juan Pablo II en Familiaris consortio-, ante el cambio de paradigma donde la conyugalidad y la generatividad desaparecen de la estructura social, económica y laboral. La verdad de la familia hay que remitirla al designio creador de Dios, donde descubrirá no sólo su identidad, sino su misión, lo que puede y debe hacer, consintiendo finalmente, como diría Goethe, que sólo una vida religiosa es una vida productiva y buena, orientadora y creativa en orden a ofrecer soluciones a una crisis demográfica fundada en una crisis del sentido de la vida.
Roberto Esteban Duque.
Ciao.
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5 comentarios:
Pues ya estamos en 2019 y sólo ha hecho empeorar.El dinero da igual.Los ricos tampoco tienen hijos en abundancia.Ni siquiera millonarios veríamos ningún baby boom.Para mi la clave está en tres factores:Todos queremos una hija universitaria,independiente...pero no vemos la interconexión,esa chica encantadora y moderna no puede existir sin la madre CONEJA,la atrasada.Segundo factor:las feministas nos han engañado;las mujeres antiguas no tenían el papel miserable que ellas dicen.Para los pueblos de la antigüedad la natalidad lo era todo:su futuro,su plan de pensiones y su fuerza militar.El extraño y ambiguo papel del hombre español moderno;para cuestionar o debatir un aborto su opinión no cuenta nada pero para soltar billetes ser PADRE recobra una impresionante relevancia.Sólo ella tiene la llave,ni mucho menos un tío o unos abuelos pueden decir ni MU!!.En estas tres sospecho está el nudo del problema.
Charles Darwin y Alexander von Humboldt decían que cualquier especie animal que le retiras depredadores y le aseguras comida se multiplica espectacularmente...pero eso ya no sirve para nosotros.Jaque mate demográfico para España y Europa.Además,si observas bien,este suicidio demográfico es lo que hemos "decidido" .Insinuar mujeres CONEJAS no te va a ayudar a hacer amigos precisamente.Y estar en contra del aborto progre "porque la religión es lo peor que hay" [lo que tendrá que ver una cosa con la otra],tampoco.Lo de las ayudas natalistas suecas y alemanas sólo provocan más depresión:tener hijos reducido a un cochino mercantilismo!!.Insisto que lo material NO es la salida.Para borracheras y fútbol sí que hay dinero.
OCuantos años llevamos ya con este rollo del suicidio demográfico y de que "hay que hacer algo"?? .Sí,pero qué se puede hacer??.Lo material NO es la salida.Una interesante propuesta es que a la hora de "pensionar" cuenten más los hijos tenidos carnalmente o adoptados que los años de trabajo cotizado.Es decir,que lo material sí es la salida pero como recompensa ya de viejo.El problema que yo veo es que los africanos siempre estarán por delante con esta idea y con cualquier otra.Con la mentalidad actual española es muy difícil subir la natalidad.
Hoy el banco de España ha vuelto a hablar de líos con las pensiones y de potenciar la natalidad.Cuando dicen "potenciar la natalidad" ,no sé si realmente se creen lo que dicen.Existe un libro feminista, "Brujas" de Mona Chollet (de enorme éxito en Francia),que ataca y desprestigia la maternidad sin piedad ni cuartel.Dice,entre otras lindezas,que ser madre es vivir bajo arresto domiciliario por unos desagradecidos que piensan que eres su criada que debe levantarse temprano cada día.Con libros así [por otra parte excelente] va a subir mucho la natalidad española [ironía],pero Mona lleva mucha razón cuando denuncia la inmensa canallada machista que sucedió durante siglos con la caza de brujas.Cientos de miles de inocentes chicas fueron sentenciadas a la hoguera,sin apoyos de nadie,sólo por ser "raras" ,solitarias o independientes.
Firmado: Alberigo CARACCIOLA.Los Boliches.[MÁLAGA]
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