sábado, 24 de mayo de 2014

La virtud del silencio



CUANDO HABLES, PROCURA QUE TUS PALABRAS SEAN MEJORES QUE EL SILENCIO. 

La primera tentación que tienes cuando escribes y, además, eres muy rápida, es prodigarte y entrar a todo trapo.

Tiene un conocido mío en su twitter un lema que me encanta “Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio”.
Tiene especial resonancia esto, ya que él se dedica en gran medida a la comunicación, así que me parece toda una declaración de principios interesante y digna de tener en cuenta en estos tiempos de tantísima cháchara.
Las veces que he hecho retiro o ejercicios espirituales, como otros los llaman, la parte que más me gusta, la que menos me cuesta, es la de no hablar nada. Ya sé que hay escuelas y que en algunos lares en los retiros se habla, pero no en los que yo he ido. Es un gran descanso no tener qué hablar. Los Cartujos son monjes muy envidiables y deben de vivir muchísimos años.
Desde que estoy casada, una de las cosas que más me gustan de mi marido es lo poco que necesitamos hablarnos.
Estar en silencio al lado de alguien sin tener que decir nada me parece que es una gozada. Honradamente, creo que determinada comunicación conyugal está sobrevalorada. Debo de ser rara.
Me cuesta en cambio ese otro silencio en redes sociales, donde tengo continuas tentaciones de entrar a trapo y a saco. Gracias al ejemplo de este conocido mío, y de mi marido, por otro lado, tengo que decir que estoy aprendiendo  lentamente. Soy ya mayor y cambiar me cuesta más que a otros, pero me estoy entrenando, aunque sigo todavía fallando.
Todas las redes sociales en general facilitan el exabrupto, el mandoble, la queja, la indignación o, de modo más cercano, la simple estupidez, así como las faltas ortográficas y gramaticales. Bueno, sí, también hay gente genial diciendo cosas interesantes, algunos realmente brillantes, pero digamos que son escasos y que, como reza el lema de mi conocido, algunos estamos mucho mejor callados salvo momentos excepcionales.
La inmediatez, la rapidez, es un arma de doble filo y, en general, para algunas personas de sangre caliente, entre las que me encuentro, muy mala. Luego, además, los grandes pecados como la envidia, la soberbia o la ira, pueden ser terriblemente facilitados en estos ámbitos.  Dios está en todas partes, eso es seguro, pero el diablo nos enreda mucho en las redes sociales.
Así que la primera tentación que tienes cuando escribes y, además, eres muy rápida, es prodigarte y entrar a todo trapo a defender causas que tú crees justas, a contestar al programa de televisión donde estás viendo algo que te gusta o que te molesta, a responder a alguien con quien estás de acuerdo o con quien no lo estás nada. En definitiva: a hacer bastantes chorradas.  Incluso muchas chorradas. Echas la mirada atrás y te da una vergüenza de espanto.  Si me van a pedir cuentas por toda palabra ociosa voy dada.
Error. Inmenso error. Hay que escribir sólo cuando estás muy calmada, nunca por impulso, ni por tristeza, ni por rabia. E incluso cuando acabas de leer una intervención en un foro que te pone a caldo y que te calumnia directamente, la mejor respuesta es esperar quizás un mes o 6 semanas , o incluso toda la vida, si es que lo escrito no pone en peligro nada verdaderamente importante.
A menudo, la reputación de uno no es nada importante frente a otros temas que lo son mucho más, como es promover la unidad  y no permitir de ninguna manera que se encizañe algo que nace y que es muy frágil.
En muchas ocasiones entrar a discutir –o simplemente poner negro sobre blanco, con luz y taquígrafos y testigos cualificados- no es lo más acertado. Y no por eso tan poco cristiano de que “la venganza es un plato que se sirve frío”, la ingenuidad de creer que los hechos al final le darán a uno la razón  o por la falta de habilidades para barrer a alguien dialécticamente (y seguramente de modo muy poco caritativo) dejándole ko, sino precisamente porque la virtud del silencio es una imprescindible herramienta para la vida diaria tal y como mi marido y mi conocido me han demostrado. Ah, y también porque se evita la ocasión de pecado. Esto último tan antiguo a mí me ayuda bastante.
Qué felicidad ver cómo alguna vez puedes llegar a dominarte haciéndote sangre por algo que sabes que es más importante. A ver si me dura… ¿Una semana?

Aurora Pimentel

Ciao.

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