domingo, 30 de noviembre de 2014

ADVIENTO ¿Seguimos despiertos?



Hay un chiste que no por llevar mucho tiempo oyéndolo me hace menos gracia:
Dos amigos hablaban sobre el comportamiento de sus mascotas. Uno contaba lo contento que estaba con su perro pues cada día estaba más satisfecho con su actitud.
El otro, sin embargo se lamentaba de su suerte:
_ ¿Te acuerdas de mi perro, el que tengo vigilando en la puerta de mi casa de campo?
- Si, claro, cómo no acordarme, si cada vez que paso por tu casa no deja de ladrar; es un vigilante feroz, da un miedo terrible.
- Pues ahora – afirmaba su dueño resignado-, no ladra, está todo el día durmiendo, pasa alguien cerca de casa y ni se mueve…
Su amigo, sorprendido, pregunta:
- ¿Que le pasa?, ¿Está enfermo?
- No, no está enfermo. ¡Es que le he firmado un contrato indefinido!…
El dueño de aquel perro se lamentaba de la apatía que su mascota mostraba desde que supo que su puesto de trabajo estaba asegurado para siempre.

Curiosamente, esa misma actitud me recuerda mucho a cristianos otrora comprometidos que con el paso del tiempo, quizá embriagados de gracia, piensan que ya tienen la misión de su vida cumplida y se dejan llevar por la inercia de una rancia espiritualidad.
Aquellos con el alma en siesta continua y en estado de auto complacencia que conduce hacia una religiosidad apática y desganada que además contagia a quienes les tienen como modelo.
Cuando se vive rutinariamente, cuando la apatía apaga el entusiasmo, la vida cristiana pierde sazón, pierde sentido, pierde belleza y novedad.
Se experimenta lo que los antiguos llamaban “tedio de la vida”, es decir, el cansancio, de la mente y del espíritu.
Quizá sea, este periodo de espera y puesta a punto que es el Adviento, un buen momento para chequear el estado de nuestro “contrato”:
¿Nos hemos relajado pensando que el nuestro es indefinido?

Lázaro Hades

Ciao.

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