domingo, 14 de diciembre de 2014

¿Cómo transformar la sociedad?



Nuestra fuerza es la oración y el trabajo convertido en oración.

Las luces y sombras de la época que vivimos están patentes a los ojos de todos. El desarrollo humano y las plagas que lo infectan; el progreso civil en muchos aspectos y la barbarie en otros...: Son contrastes que tanto san Juan Pablo II como sus sucesores han señalado repetidas veces, animando a los cristianos iluminar la sociedad con la luz del Evangelio.

Sin embargo, aunque todos estamos llamados a transformar la sociedad según el querer de Dios, muchos no saben cómo hacerlo. Piensan que esa tarea depende casi exclusivamente de quienes gobiernan o tienen capacidad de influir por su posición social o económica y que ellos sólo pueden hacer de espectadores: Aplaudir o silbar, pero sin entrar en el terreno de juego, sin intervenir en la partida.

No ha de ser esa la actitud del cristiano, porque no responde a la realidad de la vocación a la que está llamado. Quiere el Señor que seamos nosotros, los cristianos —porque tenemos la responsabilidad sobrenatural de cooperar con el poder de Dios, ya que El así lo ha dispuesto en su misericordia infinita—, quienes procuremos restablecer el orden quebrantado y devolver a las estructuras temporales, en todas las naciones, su función natural de instrumento para el progreso de la humanidad, y su función sobrenatural de medio para llegar a Dios, para la Redención.

No somos espectadores. Al contrario, es misión específica de los laicos santificar el mundo «desde dentro»: Orientar con sentido cristiano las profesiones, las instituciones y las estructuras humanas.

Como enseña el Concilio Vaticano II, los laicos han de «iluminar y ordenar todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal manera que se realicen constantemente según Cristo y se desarrollen y sean para la gloria del Creador y del Redentor».
En una palabra: Cristianizar desde dentro el mundo entero, mostrando que Jesucristo ha redimido a toda la humanidad: Ésa es la misión del cristiano.

Y para esto los cristianos tenemos el poder necesario, aunque no tengamos poder humano. Nuestra fuerza es la oración y las obras convertidas en oración. La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios.

Concretamente, el arma específica que poseen la mayoría de cristianos para transformar la sociedad es el trabajo convertido en oración. No simplemente el trabajo, sino el trabajo santificado.

Dios se lo hizo comprender a san Josemaría en un momento preciso, el 7 de agosto de 1931, durante la san misa. Al llegar la elevación, trajo a su alma con fuerza extraordinarias las palabras de Jesús: Cuando seré levantado en alto sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí. Lo entendí perfectamente.
El Señor nos decía: ¡Si vosotros me ponéis en la entraña de todas las actividades de la tierra, cumpliendo el deber de cada momento, siendo mi testimonio en lo que parece grande y en lo que parece pequeño..., entonces omnia traham ad meipsum! ¡Mi reino entre vosotros será una realidad!

Cristianizar la sociedad

Dios ha confiado al hombre la tarea de edificar la sociedad al servicio de su bien temporal y eterno, de modo acorde con su dignidad: Una sociedad en la que las leyes, las costumbres y las instituciones que la conforman y estructuran, favorezcan el bien integral de las personas con todas sus exigencias; una sociedad en la que cada uno se perfeccione buscando el bien de los demás, ya que el hombre «no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a os demás».

http://www.aleteia.org/

Ciao.

No hay comentarios: