jueves, 29 de enero de 2015

El barco de la Vida Eterna



En un barco que se dirigía a la tierra de la Vida Eterna, iban todos aquellos que, en aquél día, les había tocado pasar por el sueño de la muerte.
Todos los pasajeros de este barco llevaban consigo una maleta, que contenía todo lo que su corazón había almacenado durante su vida terrena.
Los que habían puesto su corazón en el dinero y las riquezas, llevaban la maleta repleta de los tesoros que habían deseado y acumulado en vida. En cambio, los que habían puesto su corazón en construir el Reino de Dios, solo llevaban dentro de la maleta un papel que indicaba la cantidad de amor que habían dado y vivido.
Los primeros se sentían eufóricos por continuar siendo ricos. Los otros se sentían profundamente emocionados porque pronto iban a llegar a su destino deseado.
Durante el viaje, todos se dieron cuenta de que no podían desprenderse de sus maletas. Aunque quisieran hacerlo, les era imposible. Estaban como pegadas a las manos. Fueran a donde fueran, siempre tenían que ir con ellas. A algunos les pesaban tanto que no podían moverse del sitio; otros las llevaban arrastrando o a empujones.
Tras unos días de navegación, el barco ancló frente a las costas de la tierra de la Vida Eterna. No podían acercarse más. Era el final del trayecto. El capitán salió al puente de mando y comunicó a los pasajeros que, al no haber ningún bote salvavidas, tenían que llegar a nado hasta tierra. Solo los que tenían las manos ligeras, pudieron llegar a la costa encima de ellas. Los otros, quedaron anclados frente a las costas de la Vida Eterna".

MORALEJA: No es que DIOS esté lejos. Son las cosas, las que están excesivamente pegadas a nosotros, las que nos alejan de Él.

Javier Leoz Ventura

Ciao.

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