miércoles, 8 de junio de 2016

Salir de nosotros mismos



Impone pensar en el carácter cada vez más individualista y narcisista del hombre. Construye autopistas o se vuelca en las redes sociales, pero no sale de su “yo”; vive con una urgencia que desgasta, ensimismado en sus intereses, en una soledad sumergida pero cómoda, dentro de los muros de su castillo. Aterra considerar que estemos perdiendo la capacidad de sentir y de expresar amor.
Y, sin embargo, el encuentro con Jesús nos invita siempre a otro estilo: Agradecer, acoger, sembrar… A tener un corazón inquieto, que rompa esos muros que nos aíslan, y nos permita mirar hacia un mundo necesitado de personas con deseos de trabajar por la justicia y por el Reino de Dios.
Este corazón inquieto lo tienen los voluntarios, que desligándose de la lógica de la productividad, dan su tiempo a los demás abriendo las murallas de su castillo, adquiriendo en la vida una dimensión nueva y más profunda, una dimensión que bebe del amor gratuito y dinamizador, una dimensión que nos recuerda que en nuestra vida lo urgente no puede sustituir a lo importante.

Espiritualidad Ignaciana

Ciao.

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