domingo, 24 de julio de 2016

Tres ideas sobre autoridad


¡Qué gran tema el de la autoridad! ¡Y qué gran crisis la de la autoridad hoy, en dos aspectos:
Cuando la autoridad no se ejerce, y cuando la autoridad se ejerce mal.
¡Cuánta autoridad falta en los hogares y escuelas! ¡Cuánta se usa en beneficio propio!

Por su propia naturaleza la autoridad ordena y es por ello un grande y necesario servicio.
El objetivo de ella es el bien común. Sin embargo no es fácil desempeñarse en un puesto de autoridad, porque su ejercicio debe producir en los subordinados la obediencia o, mejor, la lealtad (todo esto, se entiende, en un marco equilibrado de relaciones naturales, no en un contexto de autoritarismo o de dominio).

Son conocidos los casos de los jefes, superiores o rectores, que pretenden ejercer su autoridad desde un despacho o escritorio.
En muchas escuelas el rector o director es como un ilustre desconocido, lejano, inaccesible. Como contrapartida se tiene aquel directivo para el que no hay distancias entre el superior y el gobernado, de manera tal que los roles se diluyen o confunden.
También existen los directivos que actúan políticamente (aunque una dosis de política es saludable), manejando hilos ocultos de las relaciones, "comprando" confianza de sus personas a cargo, o "conviniendo" a través de pactos o dobles discursos no siempre limpios a nivel de recta conciencia, para lograr sus fines.

Dejo para vuestra consideración tres ideas-guía (seguramente no las únicas), para un buen ejercicio de la autoridad:
La autoridad bien ejercida genera obediencia por lealtad.
La lealtad surge de la presencia, el buen ejemplo y la transparencia de quien ejerce la autoridad.
Hay que respetar para ser respetado.

Ciao.

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