domingo, 14 de agosto de 2016

Cuando la vida pasa y no se ha cumplico



Mientras no desarrollemos nuestro ser espiritual, tampoco alcanzaremos ninguna estabilidad interna, de hecho iremos “dando tumbos” siempre a la búsqueda de nuevas personas, puestos de trabajo y comunidades, que creemos podrían darnos lo que al fin y al cabo nosotros no poseemos y tampoco queremos desarrollar. Mientras no seamos fieles a nosotros mismos y no desarrollemos nuestro ser espiritual, nuestro verdadero yo, esperaremos siempre de nuestro prójimo lo que nosotros no tenemos y que por tanto tampoco podemos dar.

En el otoño de nuestra vida nos encontraremos entonces con las manos vacías, pero con una abundante experiencia negativa, la que ha dado lugar a una especie de telaraña formada por incontables nudos e hilos que otra vez tenemos que deshacer, ya sea como almas en los ámbitos de purificación o nuevamente en la Tierra en posteriores encarnaciones.

Quien no da frutos maduros, quien no ha aprovechado su verano, tampoco alcanzará soberanía en el otoño, será un viejo infantil que mirará retrospectivamente su existencia terrenal humanamente espectacular que cita una y otra vez, tal vez para recibir de alguna persona más joven el reconocimiento por sus desenfrenados apetitos que no han dado buenos frutos de amor a Dios y al prójimo, sino sólo el Yo-yo-yo en la red de los sentimientos, anhelos, pasiones, apetitos instintivos e inconstancia del ir de una persona a otra, de un lugar de trabajo a otro, de una comunidad de personas a otra. Y ¿qué ha quedado? Un vacío, una vida que no se ha cumplido, una existencia avejentada que gira en torno a sí mismo. Tal como fue con esa persona en la primavera y en el verano, será entonces también en el otoño.

Pero en una única vida terrenal orientada en gran medida a llevar a la práctica las enseñanzas del Sermón de la Montaña de Jesús de Nazaret en la vida cotidiana, podríamos deshacer muchos nudos y disolver muchos hilos de la red de nuestras analogías. Si perseguimos de forma consecuente una meta de vida más elevada, prestaremos atención a la energía del día y aprovecharemos las oportunidades que nos ofrece cada día de nuestra vida. Por el contrario en una única encarnación también podemos ampliar considerablemente nuestra red de lo pecaminoso, es decir acumular situaciones sin resolver con las personas que han pasado por nuestra vida.

Precisamente nuestra pareja, en la ley de Siembra y cosecha, está muy cerca de nosotros. Por decirlo de modo especial, es nuestro más cercano prójimo. Si resolvemos con el o ella lo que hay pendiente, la misericordia de Dios disuelve a la vez otros muchos hilos de culpa y ataduras, siempre en caso de que nuestro prójimo nos perdone. De la ley de la vida sabemos que si damos un paso hacia Cristo, haciendo lo que Él nos ha encomendado, Él dará varios pasos hacia nosotros, lo que significa que su ayuda y misericordia están siempre presentes.

De la publicación: “Yo, yo, yo, la araña en su telaraña” ,Vida Universal

Ciao.

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