¿Qué es el ser humano carente de deseos, sin un horizonte que conduzca su vida y oriente sus pasos?
¿En qué se convierte aquél que sólo vive de lo inmediato y efímero, negándose a un proyecto de mañana?
¿Quién es ese que no sueña, que no busca, que no persigue, que no puede renunciar a nada porque la grandeza prometida le resulta absurda?
¿En qué transformamos la realidad cuando las palabras “paz”, “amor”, “perdón”, “entrega”… suenan huecas, utópicas, meras ilusiones?
El desaliento, los obstáculos y las necesidades cotidianas no pueden empañar aquello que nos llama a ser plenos.
Por el contrario, los sueños profundos deben encarnarse, hacerse parte de nuestra historia alterando nuestras relaciones y contexto.
Así sucedió con San Estanislao de Kostka, ese joven que rechazó una cómoda vida familiar para entrar en la Compañía de Jesús persiguiendo al Dios que le tendía la mano.
Espiritualidad Ignaciana
Ciao.
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