Buscamos “felicidad” en nuestras vidas. Se ha convertido en el motor de nuestra existencia.
Elegimos trabajos, cosas, personas para alcanzarla.
Hacemos esfuerzos humanos y sobrehumanos para procurar estados donde esa “felicidad” pueda ser conseguida y defendida. Sin embargo, la vida nos enseña que estos estados de perfección resultan inalcanzables.
Quizá hemos confundido qué significa felicidad o los medios que tenemos que usar para conseguirla.
Seguramente hemos olvidado los consejos de Jesucristo: Aunque nos reconozcamos creyentes, sólo unos pocos locos creen que la felicidad puede ser alcanzada en la pobreza, en el trabajo por la paz, en la mansedumbre, en ser misericordiosos, en amar y perdonar.
En lo profundo de sus palabras, Jesús invita a que busquemos encuentros sin armaduras ni máscaras, sino genuinos, profundos, que reconcilien. Por ello, quizá la felicidad no consiste en valernos de otros sino en encontrarnos con ellos, buscando la dignidad que Dios les ha regalado al llamarles “hijos”.
Espiritualidad Ignaciana
Ciao.
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