lunes, 29 de enero de 2018

"Colega"



No hay nada peor que acostumbrarse a Dios, convertirlo en nuestro colega, hasta que deja de sorprendernos. Y empezamos a hacer nuestros planes al margen de Él, esperando que venga a rubricar nuestras opciones en el último momento, como el big boss que nos protege y firma los cheques, porque el resto es cosa nuestra.

Resulta que un día, casi sin saber cómo has llegado a ello, te acercas a Dios y le dices: «Oye Colega, te doy mi voto, soy catequista, voy a la eucaristia, toco la guitarra, hago el camino de Santiago o voy a Taizé cada verano... Y tú te estás tranquilito, sin darme sobresaltos.»
Dicho de otra manera, hacemos un pacto de buen rollo con Él: Nosotros rellenamos todos los apartados del contrato, y una vez controlados todos los flecos, le presentamos el contrato de nuestra vida a Dios para que lo firme. Aquí empieza y acaba el protagonismo que le damos a Dios.

¿Cómo va a pedirme Dios algo con lo que quizá no voy a estar de acuerdo? ¿Cómo va a exigirme que cambie de planes? ¿Cómo se va a atrever a poner en duda mis conquistas? 
Si Dios es mi colega y no quiere otra cosa que mi felicidad, entonces para discernir cuál es su voluntad para mi vida tengo que convertirme en un experto en tirar pelotas incómodas a córner, y para ello no hay como dominar la muletilla del "no hace falta": No hace falta consagrarse para vivir la entrega a la misión con exclusividad, no hace falta arriesgar las propias seguridades para ser cristiano, no hace falta rezar para amar más y mejor a los demás, no hace falta dar lo que uno necesita, sinó sólo lo que a uno le sobra...

Jesús criticó duramente a los que echaban en el cepillo del templo lo que les sobraba, mientras alababa a una viuda que depositó lo que necesitaba para vivir.
Seguro que más de uno se hubiera acercado a la viuda y, con toda la buena intención, hubiera intentado disuadirla: «Bravo mujer, la intención es buena, pero no hace falta; tú eres pobre y Dios no necesita tus dos monedas, ya dan suficiente los ricos, guárdatelas para ti y para tus necesidades, Dios es tu colega y no quiere que te pases por Él».

 ¿Te imaginas la cara de estupor de la viuda? ¿Te imaginas la cara de indignación de Jesús, colega? 

Marc Vilarassau, SJ

Ciao.

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