domingo, 28 de enero de 2018

¿De dónde viene el mal?


¿De dónde viene el mal?, ¿Por qué sufrimos?... o, incluso, ¿Por qué pecamos?

Sorprende que pueda existir el mal existiendo Dios. Así se lo planteó ya desde hace siglos Epicuro en su famosa paradoja en la que ponía en duda los atributos de Dios.
Él decía que o Dios quiere evitar el mal y no puede (con lo que no sería omnipotente); o Dios puede evitar el mal y no quiere (con lo que sería malo); o Dios no quiere y no puede (con lo que no sería Dios); o Dios puede y quiere evitar el mal... Pero entonces, ¿Cómo es que existe el mal?
Efectivamente se trata de una paradoja y se podría hablar mucho de ella. No obstante, ¿Por qué no plantearnos este problema desde otro punto de vista?
Partimos de que es bueno evitar el mal y el sufrimiento, de que somos libres, de que nuestra realidad es limitada y de que el mal no es Dios.
Entonces, ¿Sería muy descabellado pensar que la raíz del mal, cuando lo generamos nosotros, podría estar en el rechazo a nuestra propia finitud porque tenemos la ilusión de ser iguales a Dios?
Quizá a ello apunta Ignacio en la meditación de las tres potencias sobre el pecado [45], donde también se nos invita a considerar cómo Cristo, Dios, ha venido a hacerse hombre.

Espiritualidad Ignaciana

Ciao.

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