martes, 26 de junio de 2018

Nuestra oración en el dolor


El dolor es presencia, ofrecimiento y escucha. Un idioma que pocos todavía hemos aprendido a “hablar”.
Santuario íntimo donde se encuentran los que se aman. Sobran las palabras porque los dos se acogen con miradas, gestos y el mutuo ofrecimiento.
Es la presencia del Amor de Dios. Es poseerse para dar lo más íntimo y profundo, el sufrimiento, lo único que sí nos pertenece. Es entregarse a pedacitos, arrancarse el corazón poco a poco para regalarlo a la persona Amada.
En la cruz la maternidad de María llega a su culmen.
Su presencia es expresada en el Evangelio de modo sencillo pero profundo: “Estaba”. Sí, estaba firme y fiel. No pudo dejar a su Hijo solo como casi todos los discípulos.
Su presencia fue quizás el único consuelo de Jesús. Las miradas se cruzan y se dicen todo en silencio, pues el dolor tiene un modo misterioso y callado de comunicarse. “Aquí estoy hijo mío. Aquí estoy Madre mía”.
Nuestra oración en el dolor y el dolor convertido en oración debe ser también un presentarse, un hacerse don para Dios. Como estamos, como somos, con las pocas fuerzas que tengamos. Con nuestra fe debilitada, con nuestra esperanza puesta a prueba, con nuestro amor cansado por la intensidad y la distancia recorrida.

Desconozco el autor.

Ciao.

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