lunes, 17 de septiembre de 2018
Contemplar el ruido
Nuestra vida hoy está llena de sonidos, de bullicio, de estruendo. Parece como si fuese la banda sonora de nuestra cotidianidad. Las calles, el metro, los parques, los centros de ocio, las ciudades enteras derraman un bullicio estremedecedor que no pocas veces parece jugar en nuestra contra, sobre todo interfiriendo en el deseo de buscar y encontrar un Dios que habita en medio del silencio, de la quietud y del sosiego.
No obstante, también el ruido tiene capacidad para comunicarnos con un Dios que camina a través de las vidas de las personas, con su ritmo frenético, veloz y trepidante.
Contemplar el ruido quizá nos pueda ayudar a conocer mejor los diferentes espacios que nos rodean y de los que formamos parte, con una paz dinámica que nos instruya en el reconocimiento de un Dios que se mueve, que trabaja tanto en la cadencia enérgica de las personas como en la serenidad del reposo o de la oración.
Espiritualidad Ignaciana
Ciao.
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