martes, 30 de octubre de 2018
Ser exigentes con nosotros mismos
Tendemos a ser muy exigentes con nosotros mismos. Sobre todo cuando aspiramos a cosas grandes. Y cuando no aspiramos a ellas también, porque muchas veces no lo hacemos porque damos por sentado que lo que somos no alcanza. Y es probable que sea cierto.
Lo que también es cierto es que Dios no desprecia nada de lo que tengamos para ofrecer, ni ningún sueño o proyecto que le queramos contar.
Como en la multiplicación de los panes, Él toma esa ínfima cantidad de alimento con todo el respeto que la entrega merece, lo bendice, les dice a los allí presentes que se sienten para comer… Y luego que junten lo que sobra, para que nada quede desperdiciado y tirado por ahí.
Es que, eso que tenemos para ofrecer, aunque para nosotros sea una miseria, para Dios es sagrado. Porque para Él, que nos ama tanto, cada uno de nosotros es sagrado.
Ciao.
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