viernes, 8 de febrero de 2019

En el Reino de Dios la ley es el amor

La ley, sí, pero ¿Qué ley?
No la del puro que observa, desde una barrera de cumplimientos, a los equivocados, los perdidos,
los transgresores.
No la de quien agarra la piedra y lapida al culpable en nombre de un Dios cruel.
No la de la virtud jactanciosa, o el discurso hipócrita.
No la de la brizna en el ojo ajeno, ni la del ego desmesurado.
No la que esclaviza y no libera.
No la de credos impuestos.

¿La que se cumple por miedo? ¡No!

La del amor. Solo esa.
Que se conmueve, arde, celebra y lucha.
Que tiende los brazos.
Que entiende las caídas, que aspira a todo desde el saberse poco.
La de la entraña estremecida ante el misterio del prójimo.
La del sollozo compasivo que no renuncia a la esperanza.
La que sostiene la vida sin conformarse con menos.
La de la risa sincera.
La de vaciarse hasta la última gota.
Y vivir. Y morir. Y resucitar.
Esa ley.

Ciao.

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