viernes, 26 de abril de 2019

Qué difícil la corrección fraterna en familia, en comunidad…


 La corrección fraterna es la más difícil de las correcciones. Es la cercanía, el conocimiento, la historia, las mutuas heridas, los malosentendidos cotidianos… Y es todo un poco.
El caso es que uno de los pilares de toda familia, de toda comunidad, es algo difícil de llevar a cabo y, muchas veces, necesitamos algún “ojo externo” que nos ayude a buscar juntos caminos sanos para ejercer. Porque siendo cierto que a nadie le gusta que le corrijan o le reprendan, la realidad es que gusta menos cuando eso viene de alguien como tú, cercano.

En la corrección fraterna juegan dos actores y cada uno tiene una excepcional responsabilidad para que ésta se produzca de la forma deseada y nos lleve a los frutos necesarios.

El que corrige, a mí entender, debe:

Buscar el mejor momento:
Creo que es uno de los grandes errores que a veces se comete. Corregir en caliente. Corregir con ruido. Corregir sin intimidad. Corregir con cansancio. Corregir con prisa.
¡Qué importante es el momento!
Si me escuchan algunos cercanos, me dirían que me aplique el cuento. Es verdad. Es uno de los puntos en los que yo, personalmente, más recaigo. Me cuesta. Tal vez es la falta de humildad, la necesidad de hacerte valer, la urgencia de decirle al otro lo equivocado que está… Sin importarte realmente el otro.

Corregir con caridad:
Ese tono de voz… Esa mirada justiciera y desafiante… Ese no mirar a la cara. Esa dureza. Ese grito. Esas maneras que hacen que el otro no se sienta corregido sino atacado.
Esa superioridad del que corrige pensando que es mejor que el otro. Sin caridad, no hay éxito en la corrección. Sin ponerse en el lugar del otro, sin escucharle, sin intentar entender, sin empatía… Nada de esto vale la pena.

Explicitar la incondicionalidad de su amor hacia el otro: 
Porque al final… ¿Cuál es el objetivo de la corrección? ¿Es una guerra? ¿Se trata de ganar batallitas entre nosotros? ¿Es una cuestión de orgullo? ¿Corrijo por mí o por el otro? ¿Es una cuestión de tener razón, de salvaguardar formas, criterios, rutinas, principios?
La corrección debe ser una muestra de amor hacia el otro al que, por lo que le quiero, le deseo lo mejor. Y esto debe expresarse explícitamente para que el de enfrente no tenga ninguna duda de cuál es el objetivo.

El corregido debe:

Saber escuchar: 
No es posible ser corregido con tapones en los oídos, sin atender con toda la energía posible, a lo que el otro te está diciendo. Hacer el esfuerzo por ser consciente de cada palabra, de cada frase que se te hace llegar. Sin interrumpir. Sin dar por hecho lo que se te va a contar. Sin desconectar de la conversación.

No ponerse a la defensiva: 
Y empezar a hablar de las muchas incoherencias que también tiene en su vida en que corrige. ¡Claro que las tiene! Pero nada de eso tiene que ver ahora con lo que se te está diciendo a ti.
El “y tú más”, el “si yo contara”, el “cómo puedes decirme tú eso”, no puede formar parte de una auténtica actitud de acogida ante lo que el otro tiene que contarme.
Quién contraataca es porque se siente atacado. Pero esto de la corrección no va de eso. Va de amor.

Reconocer el cariño que trae la propia corrección:
Ser corregido debería provocar en nosotros una profunda actitud de agradecimiento y deberíamos hacer lo posible en ver la mano de Dios en el otro que me corrige. Me corrige porque me ama. Y quiere lo mejor para mí. Ese debería ser el supuesto de base.

Muy difícil amigos. Pero no imposible: 
Se trata de ir poco a poco. De pedir ayuda al Señor antes de corregir y de pedirle ayuda cuando se es corregido.
Las tentaciones para humillar, para atacar, para defenderse y para acabar convirtiendo esto en un campo de batalla son muchas. Pero no se trata de eso.
La corrección es parte de mi camino de salvación. Si nunca me hubieran corregido, no sabemos si hoy estaría aquí, vivo y hablando.
¿Cuándo ha crecido tanto mi orgullo? ¿Cuándo me he olvidado de que la fraternidad, la comunidad, la familia… Implican también la interpelación mutua?

Ojalá comencemos. Paso a paso. Sin prisa pero sin pausa. Urge crecer en esto. Para que las comunidades y las familias tengamos vida, necesitamos ser podadas… Con amor.

Santi Casanova 

Ciao.

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