lunes, 30 de septiembre de 2019

El primer paso es mirar


Hay realidades que, muchas veces, tendemos a pasar por alto e intentar obviar. Creo que esto es algo que nos pasa a todos alguna vez en nuestra vida.
Nos suele pasar que vamos por la vida sin mirar a quienes caminan a nuestro alrededor, sin prestar atención a aquellos con los que nos encontramos de pasada. No miramos. Y al no mirar, volvemos al otro invisible y no nos enteramos o no nos queremos enterar de lo que les pasa.
Nuestra sociedad está llena de invisibles que caminan junto a nosotros, todos los días.
Hay una invisibilidad en particular que es la más dolorosa y que por desgracia últimamente se la nombra demasiado: La de quienes viven en la pobreza más extrema sin nada para vivir.
Resulta fácil olvidar e invisibilizar a quienes viven en los márgenes de la sociedad.
Viven en zonas periféricas, a las que no solemos acercarnos porque nos pillan demasiado lejos. Y cuando aparecen, de repente, en nuestros lugares cotidianos, es fácil que  volvamos la vista y cerremos los ojos ante esa vida herida, porque la pobreza duele, y duele  mucho.
Por eso muchas veces miramos hacia el costado y nos damos cuenta de esta cruda realidad. Es cuando nos damos cuenta del sufrimiento de alguien que nos es más conocido y cercano, entonces nos conmueve y nos toca el corazón, y no sabemos qué hacer con eso. Entonces es cuando vemos ante nuestros los ojos estas realidades que no podemos entender ni solucionar.
La vida de Jesús es el mejor ejemplo para atrevernos a mirar estas vidas de frente. Él se animaba a sentir junto a quienes más sufrían. Sentir con los hermanos era (y sigue siendo) el primer paso para poder avanzar hacia la dignificación de quienes hoy viven invisibilizados. El primer paso es mirar. Atreverse a sentir. No cerrar el corazón, aunque duela.
Solo desde ese punto de partida podremos empezar a trabajar juntos por una realidad más digna y justa para todos.

Ciao.

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