jueves, 12 de septiembre de 2019

La gente sola no baila reguetón



Una acertada reflexión de Pablo Martín Ibáñez sobre soledades, comodidad y algunas otras cuestiones...

El ritmo esquizofrénico al que nos vemos sometidos nos empuja a una realidad tan triste como urgente de solucionar: Nos cuesta encontrar tiempo para los demás.
Las exigencias del guion en las ciudades del siglo XXI han escrito una página quizá gris de nuestra historia: A más densidad de población, más densidad de soledad.
Paseas por Madrid tan aparentemente llena de vida y parece complicado darse cuenta de esto, pero ya hay en España más perros que menores de 15 años. Y la principal causa de esto es que hay mucha gente que se siente sola.
No sé cuál puede ser el motivo último del aumento de la soledad en nuestra sociedad.
Solo sé que estar más solo no crea una humanidad más reconciliada, al contrario. Las veladas se comparten mejor en comunidad que sin ella; los bares mejor llenarlos de risas compartidas que de silencios nostálgicos. Y hay cosas que no hacemos mejor solos: Encontrar respuestas y hacerse preguntas, desahogar las penas y llenarse de alegrías, o bailar un reguetón.
Y es que hay mucha gente para la que el paseo con su perro es la única manera de salir a tomar el aire. Porque a veces no encontramos a nadie que nos dedique su tiempo o porque nos resulta más cómodo no dedicárselo a nadie. En realidad, parece más sencillo ocuparse de un animal, que ofrece mucho y exige lo mínimo, que de un bebé recién nacido, con sus desvelos nocturnos; o de un adolescente rebelde, con tus desvelos nocturnos... Mucha gente hoy prefiere tener mascota a tener hijos.
Yo, con perdón y si tengo que elegir, prefiero el conflicto y el entendimiento con un amigo que me abraza, con una familia que me potencie, con un amor que me subvierta.
Vale la pena intentar que nadie quede solo. Y vale más la pena entregar la vida a un hijo que a un canario. Además, me gusta que la gente baile reguetón. Los gatos no bailan reguetón. La gente sola no baila reguetón.

Pablo Martín Ibáñez

Ciao.

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