sábado, 5 de octubre de 2019

Saber esperar


Algo común que nos pasa y vivimos en nuestra época es el querer que las cosas pasen rápido (por no decir ‘ya’).
Queremos entender, tener, decir, escuchar, resolver, comenzar y alcanzar todo lo más pronto posible.
Deseamos que el fin de semana, las vacaciones, fin de mes, la luz verde del semáforo, nuestro turno en la fila del supermercado, la respuesta a nuestros mensajes, la subida de nuestros archivos y la nota de nuestros exámenes lleguen YA. ¡Aquí y ahora!
Y un poco quizás tenga que ver con que nos han inculcado que si no exigimos (a otros, a nosotros mismos y a la vida) una respuesta y resolución inmediata, el mundo acabará pasándonos por encima y nos quedaremos sin nada.
Frente a esta mentalidad y a esta forma de vivir está la paciencia que aparece en nuestra vida como un ejercicio estéril, como un camino que no nos lleva a ningún lado.
Y frente a esta realidad, senos ofrece una invitación muy particular y sobre todo muy válida para serenar nuestra vida en medio de tanta impaciencia: La de mirar a Jesús y su Corazón Paciente para aprender de Él y su forma de ver las cosas.
Tener paciencia  no significa abandonarse y estar esperando que se nos soluciones los problemas, sino tener la sabiduría suficiente para discernir qué cosas son urgentes, y qué cosas no nos harán ningún daño esperar un ratito más o qué procesos propios o ajenos necesitan más tiempo, qué comprensiones necesitan más de una leída.
Seamos pacientes y sepamos distinguir lo que nos es más urgente o no. 

Ciao.


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