Creer puramente por fe, sin ninguna prueba tangible, no es la solución más natural para todo el mundo en todos los casos.
Así como el Señor hizo a la gente muy distinta en cuanto a personalidad y aspecto físico, también existen diferentes tipos de fe. Puede que seas el tipo de persona que necesita tiempo y estudio para llegar a un convencimiento, o que por el contrario seas de los que abrazan diversos conceptos sin mayores cuestionamientos.
En cualquier caso, lo que importa es el objetivo final: Que tengas una fe viva.
No es extraño que todos pasemos por crisis de fe y que abriguemos dudas o pongamos en tela de juicio ciertos aspectos doctrinales y hasta principios cardinales del cristianismo. El Señor a menudo se sirve de tales batallas mentales y espirituales para fortalecernos.
Se puede valer de esos procesos para ayudarnos a redescubrir los cimientos de nuestra fe, reafirmar nuestras creencias y adquirir mayor clarividencia. Todo eso nos puede llevar a entender por qué atribuimos veracidad a ciertos principios y a repasar el fundamento bíblico de nuestra fe.
Muchos cristianos han tenido crisis de fe o han batallado contra andanadas de dudas.
Me vienen al pensamiento casos notables como el de la Madre Teresa, Martín Lutero, Adoniram Judson y otros grandes misioneros.
Las crisis de fe que tuvieron y las batallas que libraron para llegar a un punto de comprensión y de fe están bien documentadas. No obstante, esas experiencias derivaron en una fe más fuerte, en un conocimiento más profundo de Dios y de la relación íntima que Él quiere entablar con cada uno de nosotros. Sus batallas y victorias han inspirado a muchos.
Me atrevería a decir que sus debates internos también les infundieron una comprensión más profunda de las batallas que tienen las personas para definir su fe, y que en última instancia sirven para fortalecerla. Es posible que tú mismo hayas tenido experiencias similares.
En vez de ver las dudas y las crisis de fe como amenazas para nuestra fe que deben resistirse y eliminarse de la mente y del corazón, conviene tener en cuenta que los cuestionamientos, las dudas y el escepticismo también pueden ser peldaños que nos conduzcan a una fe cristiana fuerte y madura.
Pueden llevarnos a reflexionar para entender nuestra fe, a investigar para determinar la veracidad de nuestras creencias (Hechos 17:11) y llegar a tener una fe razonada y de carácter personal. Una fe edificada sobre esas bases no se tambalea con facilidad cuando es cuestionada por posturas o creencias contrarias o por los argumentos intelectuales de los no creyentes. En última instancia, todo ello puede derivar en una fe más fuerte y curtida.
María Fontaine
Ciao.
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