domingo, 5 de julio de 2020

Crisis de fe


Creer puramente por fe, sin ninguna prueba tangible, no es la solución más natural para todo el mundo en todos los casos.
Así como el Señor hizo a la gente muy distinta en cuanto a personalidad y aspecto físico, también existen diferentes tipos de fe. Puede que seas el tipo de persona que necesita tiempo y estudio para llegar a un convencimiento, o que por el contrario seas de los que abrazan diversos conceptos sin mayores cuestionamientos.
En cualquier caso, lo que importa es el objetivo final: Que tengas una fe viva.
No es extraño que todos pasemos por crisis de fe y que abriguemos dudas o pongamos en tela de juicio ciertos aspectos doctrinales y hasta principios cardinales del cristianismo. El Señor a menudo se sirve de tales batallas mentales y espirituales para fortalecernos.
Se puede valer de esos procesos para ayudarnos a redescubrir los cimientos de nuestra fe, reafirmar nuestras creencias y adquirir mayor clarividencia. Todo eso nos puede llevar a entender por qué atribuimos veracidad a ciertos principios y a repasar el fundamento bíblico de nuestra fe.
Muchos cristianos han tenido crisis de fe o han batallado contra andanadas de dudas.
Me vienen al pensamiento casos notables como el de la Madre Teresa, Martín Lutero, Adoniram Judson y otros grandes misioneros.
Las crisis de fe que tuvieron y las batallas que libraron para llegar a un punto de comprensión y de fe están bien documentadas. No obstante, esas experiencias derivaron en una fe más fuerte, en un conocimiento más profundo de Dios y de la relación íntima que Él quiere entablar con cada uno de nosotros. Sus batallas y victorias han inspirado a muchos.
Me atrevería a decir que sus debates internos también les infundieron una comprensión más profunda de las batallas que tienen las personas para definir su fe, y que en última instancia sirven para fortalecerla. Es posible que tú mismo hayas tenido experiencias similares.
En vez de ver las dudas y las crisis de fe como amenazas para nuestra fe que deben resistirse y eliminarse de la mente y del corazón, conviene tener en cuenta que los cuestionamientos, las dudas y el escepticismo también pueden ser peldaños que nos conduzcan a una fe cristiana fuerte y madura.
Pueden llevarnos a reflexionar para entender nuestra fe, a investigar para determinar la veracidad de nuestras creencias (Hechos 17:11) y llegar a tener una fe razonada y de carácter personal. Una fe edificada sobre esas bases no se tambalea con facilidad cuando es cuestionada por posturas o creencias contrarias o por los argumentos intelectuales de los no creyentes. En última instancia, todo ello puede derivar en una fe más fuerte y curtida.

María Fontaine

Ciao.


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