Ahora que mis achaques se hacen sentir, enséñame, Señor, a envejecer con serenidad y a aceptar mis debilidades sin amargura.
Ayúdame a hallar consuelo en mis recuerdos: Ayúdame a recordar mis oraciones de niño, los juegos de aquellos tiempos lejanos, las tradiciones de mi familia y de mi pueblo...
Ayúdame a recordar la casa donde viví, los amigos de mi juventud, los maestros que me enseñaron...
Ayúdame a recordar mis primeras travesuras, el gozo de mi primer baile, mis momentos de confusión y de búsqueda, las campanas del día de mi boda...
Ayúdame a recordar cómo sentí el misterio del nacimiento de mis hijos, y las incertidumbres que sufrí por ellos, los tiempos de alegría y el dolor de los fallecimientos...
Ayúdame a recordar los rostros, los adioses, las lágrimas y las sonrisas...
Haz que recuerde, Señor, el amor que ha sostenido mi vida; enséñame a seguir dando amor.
Amén.
(Desconozco el autor)
Ciao.
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