En la teoría las cosas son a veces más nítidas. Por un lado encontramos el politeísmo, es decir, la creencia en más de un dios; por otro lado, el monoteísmo, a saber, la creencia en un solo Dios. En la práctica, las cosas son algo más difíciles.
Por supuesto, todos entendemos la distinción anterior y sabemos que los cristianos somos monoteístas.
Pero en realidad, ¿A cuántos dioses adoramos? Existen, entre otros, el dios de la belleza, del control, de la riqueza, del honor, del éxito... Y muchas veces no nos parece problemático rendirles culto.
Cuando decimos que creemos en un solo Dios, lejos de pretender enunciar un contenido solo teórico, estamos diciendo que todo tiene que irse centrando alrededor de ese solo Dios.
El monoteísmo es ante todo una cuestión del corazón. De un corazón tan lleno del Señor que encuentra todo lo demás secundario.
Espiritualidad Ignaciana
Ciao.
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