Hay realidades que nos alimentan sin que aparezcan en el exterior. Dimensiones vitales que están escondidas muy abajo, muy adentro, con las que no estamos acostumbrados a entrar en contacto, pero que son decisivas para encontrar el modo de vivir con dignidad, de amar con ternura, de caminar con confianza en el futuro.
Nuestras raíces se encuentran en un lugar esencial de la persona: Su corazón.
Descubrir el corazón como lugar primordial de los deseos, como el interior de donde brotan las fuentes de la vida... Entrar en contacto con esas raíces que se convierten en cauce por el que podemos apropiarnos de la vida, por el que recibir y asimilar los nutrientes necesarios para vivir.
Al explorar el mundo de los deseos se nos dirige la atención hacia la propia riqueza personal. Lo que sabemos que somos, las capacidades que se despiertan en nosotros, los r recursos de amor, de comunicación, de vida.
Porque al compartir deseos es la riqueza de cada cual lo que ponemos en movimiento, es decir, la confianza esencial en que somos ricos para compartir, en que podemos enriquecernos enriqueciendo a la persona a la que deseamos.
Es un clima de confianza esencial en que se nos pueden cumplir los deseos, en que somos estimables, amables por nosotros mismos, en que podemos tener confianza en Dios, en el mundo, en la vida.
Chema Montserrat
Ciao.
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