A veces tenemos la sensación que ya está todo vivido, que pocas cosas podrían conmovernos en lo profundo. Son momentos de especial desaliento: No tienen por qué tener su causa en una tragedia, pero siembran la desesperanza poco a poco, dejándonos fríos ante la maravilla que nos rodea diariamente.
En estos casos, conviene agarrarse a la intuición ignaciana del "Deus semper maior": Lo de Dios siempre va más allá de lo que podamos imaginar, pensar, calcular. Nos desborda, sale por donde no esperábamos, nos sobrecoge cuando menos lo buscamos. Y si esto es cierto, no lo es menos que también tenemos que poner de nuestra parte, y buscar un momento en el día en el que poder parar, y volverme a desacostumbrar a los milagros cotidianos. Sigo respirando, pensando, amando. Sigue amaneciendo, y anocheciendo. Siento, y padezco. Río y lloro. Dios lo crea todo para mí… Y me sigo sorprendiendo
Espiritualidad Ignaciana
Ciao.
No hay comentarios:
Publicar un comentario