miércoles, 1 de marzo de 2023

Templanza

Hablar de la templanza en medio del ritmo marcado por las nuevas tecnologías y el consumismo desenfrenado puede parecer demasiado antiguo o incluso desfasado. Pero quizá sea hoy una de las virtudes más necesarias, precisamente por estar tan olvidada. Josep Otón.

A menudo, la prisa nos impide disfrutar de los instantes con los que la vida nos obsequia. Luchamos por acumular sensaciones sin tiempo de saborearlas. Consumimos experiencias por mero afán coleccionista, sin apenas asimilarlas.

En balde nos sentimos apremiados, ansiosos por llegar a una meta autoimpuesta. Con la inmediatez las vivencias difícilmente calan en nuestro interior. Mientras nuestra alma queda marcada con cicatrices persistentes, olvidamos las circunstancias que las ocasionaron.

Las nuevas tecnologías promueven este ritmo vertiginoso. Son cómplices del ansia consumista que preside nuestras relaciones. Por más que nos adviertan de la peligrosidad de los desenfrenos, insistimos en dejarnos deslizar por el tobogán de la vida temerosos de ser etiquetados como sujetos tímidos o inseguros.

Podemos alegar que ha llegado el momento de liberarnos del yugo represivo de antaño y que todavía estamos bajo el efecto muelle, resarciéndonos de tanta prohibición. Pero lo cierto es que nos hemos viciado con los excesos y dejado seducir por la ebriedad.

Posiblemente, confundimos temeridad con valentía y nos embarcamos en proyectos que nos dejan exhaustos. Al no distinguir entre intenso y profundo, nos alimentamos de caprichos incapaces de saciarnos.

Tal vez hayamos tratado injustamente a la templanza considerándola un valor obsoleto y nos hemos vuelto refractarios a la moderación, la sobriedad o la continencia. Necesitamos recuperar la sensatez, la prudencia y la contención. De lo contrario viviremos a merced de una publicidad agresiva y manipuladora, dominados por los discursos populistas que apelan a nuestra visceralidad, sometidos a la tiranía de los antojos.

Necesitamos saborear el ayuno, la lentitud y la introspección. Nos urge redescubrir la serenidad, el antídoto de la precipitación.

Y la vida espiritual no es ajena a estas lides. El hijo pródigo, obsesionado con despilfarrar su herencia, no podía disfrutar del amor de su padre (Lc 15, 11-32). A veces, esperando impacientes un terremoto que nos sacuda, un huracán que nos haga volar o un fuego que nos inflame, nos pasa desapercibida la brisa suave que nos sostiene (1Re 19, 3-15). Pero, tras gustar el vino añejo criado en la interior bodega, sobran las bagatelas.

Josep Otón

Ciao.

 

No hay comentarios: