El centro del mundo no era yo, pero aún no lo sabía.
Venga a dar vueltas sobre mis problemas, heridas, nostalgias, deseos y necesidades, conjugando
una primera persona omnipresente, siempre herido de urgencias, preocupaciones e intereses.
Pensaba que el universo no giraba sobre sí mismo, alrededor del sol o de la tierra, sino en torno a mí.
Yo, el astro rey, la única verdad, el corazón de una existencia raquítica.
Y Tú, que me veías rotar sobre mí mismo, me llamabas: 7 veces, 70 veces, infinitas veces susurraste mi nombre,
aguardando, con paciencia, a que abriera los ojos y abandonara esa celda. Estabas esperándome fuera.
José María Rodríguez Olaizola
Ciao.

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