A tu madre y tus hermanos les dijiste que madre y hermanos son quienes cumplen la palabra.
A Pedro le reprochaste, con palabras duras, no comprender la cruz.
A Santiago y Juan les recordaste que los jefes deben servir.
Al joven rico le revelaste que se estaba convirtiendo en un pobre hombre.
A los cargados de justicia les desafiaste a que tirasen la primera piedra.
Al condenado le diste otra oportunidad.
Invitaste a tu banquete a quienes no tenían sitio en ninguna mesa.
A Marta, llena de afán y de prisa, la invitas a sentarse y escuchar tu palabra.
¿Qué le dirás a María, Señor? Tal vez que se ponga en pie y ayude.
Porque tú nos sacas del terreno familiar, y nos abres la puerta de lo nuevo.
Tú, Señor, que siempre nos desinstalas.
Sigue sacándonos de rutinas y certidumbres, de méritos y medallas, de seguridades y justificaciones, para descolocarnos con tu evangelio, una vez más, hoy y siempre.
José María R. Olaizola, SJ
Ciao.
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