sábado, 5 de octubre de 2024

Ser "instrumentos de paz"

ORACIÓN DE SAN FRANCISCO ASÍS

"Señor, haz de mí un instrumento de tu paz: donde haya odio, ponga yo amor, donde haya ofensa, ponga yo perdón, donde haya discordia, ponga yo unión, donde haya error, ponga yo verdad, donde haya duda, ponga yo la fe, donde haya desesperación, ponga yo esperanza, donde haya tinieblas, ponga yo luz, donde haya tristeza, ponga yo alegría. Oh, Maestro, que yo no busque tanto ser consolado como consolar, ser comprendido como comprender, ser amado como amar. Porque dando se recibe, olvidando se encuentra, perdonando se es perdonado, y muriendo se resucita a la vida eterna". Amén.

¿Cómo puedo ser instrumento de paz?

Ayer fue la festividad de san Francisco de Asís, paradigma de una fe viva y sencilla, una vida de humildad, de paz y de amor. Cada vez que rezo la oración Señor, haz de mi un instrumento de tu paz que él mismo compuso -la oración está más arriba- , mi corazón se rompe por la emoción. Inicio mi oración de hoy con esta bella plegaria que me enseña algo que San Francisco llevó hasta la más extrema de las expresiones: El deseo de imitar a Jesús incluso en los detalles más nimios de la vida para ser una sola cosa con Él. Su amor por Cristo fue tan radical que éste le obsequió con los estigmas de la Pasión.

¿Cómo puedo yo, mujer del siglo XXI, ser instrumento de paz? Pacificando mi corazón, serenando los ímpetus de mi vida, integrando mis deseos con los deseos de Dios, impregnando de oración todos y cada uno de mis actos. Siendo hombre de bien, que busque siempre la paz con los que me rodean, llenando la vida de esa expresión tan hermosa de los franciscanos —paz y bien—; viendo al prójimo como a un hermano, no excluyendo nunca a nadie, apaciguando los conflictos y estrechando los vínculos de amor; amando —¡qué difícil!— a los que me hacen mal, aceptando la humillación y el desprecio; reconociendo en el trato al prójimo el amor al Señor; y en ese amor sin límites perdonar sin límites; derramando ternura, paz y bondad donde broten los conflictos familiares, profesionales o comunitarios; no juzgando y ni despreciando a nadie; viendo al prójimo como a un semejante a Dios; no guardar resentimiento ni odio por nadie; siendo manso y humilde de corazón; buscando el diálogo antes que la confrontación, el respeto antes que el antagonismo; siendo paciente, comprensivo y atento con el otro; venerando, cuidando y respetando la creación de Dios… y sobre todo desprendiéndome de mis yoes, de mis autosuficiencias y mis vanidades para convertirme en alguien humilde que no busca el reconocimiento social sino la estrecha unión con el Señor.

El desafío es inmenso. San Francisco lo logró; alcanzó un grado supremo de paz interior, de vida de oración, de renuncias valientes, de alegría de corazón, de abnegación absoluta. Él fue verdaderamente un ejemplo auténtico de persona convertida en instrumento de paz y de amor.

En un mundo en que las dificultades, los problemas, las diferencias, las rupturas, los desencuentros… están al orden del día, ¿Puedo ser yo instrumento de paz? La respuesta está en san Francisco que no tenía nada más que la vida que Dios le había dado, a cuyas manos se entregó por completo. ¡Menudo ejemplo y menudo desafío para cada día tenemos!

Ciao.

 

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