Eres un Dios de vida, no de muerte o violencia no de guerra, ni de indiferencia.
La vida en germen, que crece, invisible.
La vida recién nacida, con todo por escribir.
La vida capaz de admirarse con ojos de niño al descubrir el mundo.
La vida bulliciosa del joven que explora la edad de las posibilidades.
La vida encarnada de quien ya ha elegido, y conoce la tierra que pisa.
La vida otoñal, que conjuga sabiduría y cansancio, memorias y afectos, viejos anhelos y aún nuevas ilusiones.
La vida que se encamina a un nuevo mañana.
La Vida prometida, eterna, contigo...
J. M. Rodríguez Olaizola, SJ
Ciao.
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