Permanecer...
Hoy todo fluye, todo cambia, todo trae fecha de caducidad.
Maldito presente absoluto que se nos ha instalado dentro, como un intruso, ocupando las estancias de la memoria y la esperanza con su ahora cargado de exigencias.
Y así, huérfanos de historias y vacíos de futuro, somos presa de los estados de ánimo, tan cambiantes.
Nos devoran las crisis en tiempo menguante.
Nada perdura.
Ni el amor.
Ni las promesas que hicimos y que recibimos.
Ni la confianza en el para siempre.
No sabemos conjugar el verbo permanecer, y exigimos que todo, hasta Dios, cambie a nuestra medida.
Así no hay viña que crezca y dé fruto.
Devuélvenos, Señor, la conciencia de tu tiempo y tu presencia.
Enséñanos a ser sarmientos de la vid, que eres Tú.
Devuélvenos la fe, Tú que calmas las tormentas.
José María R. Olaizola, SJ
Ciao.
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