Bendito sea el Señor,
que ha oído mi voz suplicante.
El Señor es mi fuerza y mi escudo;
mi corazón en él confía; de él recibo ayuda.
Mi corazón salta de alegría,
y con cánticos le daré gracias.
Salmos 28:6-7
¿Cuántas personas deambulan por ahí, porque no tienen quien los escuche y mucho menos quien les tienda una mano cuando están atravesando por momentos difíciles?
Ellos necesitan saber que Dios se interesa por ellos y que si claman a Él, serán escuchados y atendidos. Nosotros tenemos la obligación de presentárselo, de ofrecerles a ese Padre comprensivo y amoroso, si ellos han perdido la Fe.
Nosotros que lo sabemos, bendecimos a Dios por lo que Él hace con nosotros y por esto debemos compartir la esperanza que vive en nuestros corazones.
Ellos deben saber que Dios es nuestra fuerza y nuestro escudo y que sólo Él es digno de toda confianza ya que Él nunca nos ha fallado y de Él hemos recibido todo lo que somos, hacemos y tenemos.
Así que con mucha alegría y agradecimiento dispongámonos a compartir con los demás las maravillas y bendiciones que como hijos de Dios hemos recibido sin límites y sin medidas.
Ciao.
1 comentario:
Me encantan los salmos que empiezan alabando a Dios, porque toda nuestra vida debe ser un canto a su amor. Un abrazo
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