lunes, 31 de diciembre de 2012

Oración de Año Nuevo


Anoche a última hora me llegaba un correo de mi amigo sacerdote Javier Muñoz-Pellín, con esta oración que había publicado en el periódico donde colabora de Novelda.

http://www.noveldadigital.es/noticia.php?n=13024

Os dejo esta preciosa oración de autor desconocido, pero rescatada por Javier, para que podamos hacerla todos mañana, al comenzar este esperanzado año 2013.


He encontrado esta oración, cuyo autor me es desconocido. De cara a un Nuevo Año, pienso que puede hacer mucho bien meditarla:

Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad,
tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro.

Al terminar este año quiero darte gracias por todo
aquello que recibí de TI.

Gracias por la vida y el amor, por las flores, el aire
y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto fue
posible y por lo que no pudo ser.

Te ofrezco cuanto hice en este año, el trabajo que
pude realizar y las cosas que pasaron por mis
manos y lo que con ellas pude construir.

Te presento a las personas que a lo largo de estos 
meses tanto amé: a mi familia, a las amistades
nuevas y las amistades de antaño, los más cercanos
a mí y los que estén más lejos, los que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar, con los que compartí la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.

Pero también, Señor hoy quiero pedirte perdón,
perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal
gastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado.

Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal
hecho, y perdón por los momentos que viví sin
entusiasmo.

También por la oración que poco a poco fui aplazando y que hasta ahora vengo a presentarte.

Por todos mis olvidos, descuidos y silencios,
nuevamente te pido perdón.

Quiero vivir cada día con optimismo y bondad llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión, caridad y paz.

Cierra Tú mis oídos a toda falsedad y mis labios a
palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes.

Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno. Que
mi espíritu se llene sólo de bendiciones y las derrame a mi paso.

Cólmame de bondad y de alegría para que, cuantos
conviven conmigo o se acerquen a mí encuentren en mi vida un poquito de TI.

Danos un año feliz en el que Tú seas el principio y el
fin, en el cual sepamos ver las gracias que Tú nos
regalas a través de las manos de María, Tu Madre, y
enséñanos a repartir la felicidad que sólo proviene de TI 

Amén.

Ciao.


Las uvas y las doce campanadas




Tomar las uvas mientras que suenan las doce campanadas que anuncian la entrada del año nuevo se ha convertido en uno de los ritos más característicos de las fiestas de Navidad y Año Nuevo.

Tras la suculenta cena de nochevieja, en las mesas o en torno a los televisores están preparadas las 12 uvas (doce granos de uva) que se comerán (o se "tragarán") coincidiendo con las doce campanadas.

A la hora de las campanas todas las radios y televisiones paran, para juntos celebrar la entrada de año.
Las emisoras y televisiones acompañan se visten de gala para acompañar a sus oyentes y espectadores y ser los primeros en felicitarles el nuevo año.

Junto a las campanadas existen muchas leyendas, supersticiones y mitos que en cada casa varían y de un país a otro son muy diferentes.
En España, dice la leyenda, que empezarán el año nuevo con mucha suerte si: Brindas a las 00:00 y en la copa de champan hay una sortija, si estas subido a una silla y al terminar las campanadas pisas con el pie derecho, si se lleva algo íntimo de color rojo y algún detalle prestado (cómo si de una novia se tratase)...

Y otra de las tradiciones de esta noche es la saturación de las líneas telefónicas a las 00:00 de la noche, comienza un año nuevo y todos queremos felicitar a nuestros seres queridos estén donde estén, es un día donde el teléfono echa humo y los mensajes de texto para felicitar el nuevo año no cesan... ¡Feliz año nuevo a todos!

¡Feliz año nuevo!!

El rito de tomar las uvas y brindar con champán o cava, acaba con celebraciones donde se hacen explotar petardos, fuegos artificiales, etc.
La gente se abraza y se desea ¡Feliz año nuevo! Durante toda la noche se baila, se bebe, se divierte... Se trata de la noche más alegre del año y donde la gente trata de devertirse lo más que puede.
Se le ha dado la despedida a un año entero, y se confía en un año nuevo lleno de buenas venturas.
Todos hacemos "buenos propósitos" para el año nuevo y nos deseamos colectivamente suerte y felicidad.

Las tecnologías van trayendo nuevas costumbres y en los últimos años, los teléfonos móviles transmiten mensajes sms felicitando el año y transmitiendo a amigos y familiares los mejores deseos para el año nuevo.

Que esta noche podáis celebrarla con vuestros seres queridos, y juntos os deseéis y pidáis al nuevo año que comienza, los mejores deseos.

¡Feliz Nochevieja!

Ciao.




domingo, 30 de diciembre de 2012

Oración por las familias


Bendito seas Señor,
porque en tu Amor nos reuniste
para formar nuestra familia.
Te pedimos que protejas
y conserves nuestro hogar.
Que sus puertas estén siempre abiertas
para los que quieran entrar en él
y compartir nuestra alegría y amistad.
Enséñanos a aceptarnos como somos,
a presentarte nuestros planes y sueños;
a pedir ayuda;
a ofrecerte nuestras alegrías
y nuestras penas;
a recomenzar después de cada día.
Te pedimos que como miembros
de tu Iglesia,
sepamos llevar tu mensaje de amor
a todos los que nos rodean.
Que tu amor nos conserve siempre
unidos y en paz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

(Estampa y oración por la familia de la Parroquia de San Félix de Valois de Jaén)

Ciao.

El calendario Maya y el fin del mundo



Ya he pasado por muchas ocasiones en las que el mundo se iba a acabar de forma inminente. Recuerdo los años 1986, 1992, 1999, 2000, que fueron algunas de las “apuestas” seguras que se obtenían descifrando las profecías de Nostradamus, San Malaquías y otros muchas provenientes de todas partes del mundo. Ahora, en 2012, nos toca otra vez volver a pasar por lo mismo. ¿Por lo mismo?
Claro. Pasar por la venta de libros sobre el tema, conferencias de videntes e iluminados, programas de radio y TV sobre el tema.
Esto produce que haya personas que, en su inocencia, sienten miedo y se dejan llevar por la corriente de temáticas de la Nueva Era mezcladas con esoterismo barato y profetismo de andar por casa.

Hoy me ha escrito una amiga contándome que sentía angustia por las noticias que le llegan desde amigos y grupos aparentemente católicos.
Dicen ser católicos, pero se desmarcan de la enseñanza de la Iglesia, lo que es un evidencia de engaño. ¿Qué podemos decir al respecto?

Lo primero es que en las Sagradas Escrituras está claro que nadie sabe el día ni la hora:

“Pero el día ni la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre... Por tanto también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis»” (Mt. 24, 36, 44)

Cristo deja claro que muchas personas se aprovecharán de la inocencia de quienes están predispuestos:

“Estando luego sentado en el monte de los Olivos, se acercaron a él en privado sus discípulos, y le dijeron: «Dinos cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo.» Jesús les respondió: «Mirad que no os engañe nadie. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: "Yo soy el Cristo", y engañarán a muchos.  Oiréis también hablar de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado, no os alarméis! Porque eso es necesario que suceda, pero no es todavía el fin” (Mt 24, 3-6)

 En el caso de que el fin del mundo fuera dentro de tres días ¿Qué hemos de temer? ¿No oramos continuamente pidiendo al Señor que vuelva? ¡Marana-tha Señor! ¿De dónde parte el miedo?

El miedo parte de la ignorancia y sólo se puede enfrentar si nos tomamos en serio formarnos y entender qué será el fin de los tiempos. Ahora que estamos en Adviento, cercanos a la Navidad, deberíamos estar llenando nuestros espíritus de Esperanza. Esperanza y felicidad, porque Dios nació y lo esperamos de tres formas diferentes:

1.     En los sacramentos y particularmente, en la Eucaristía, recibimos a Cristo en nosotros mismos. Cuando dos o más nos reunimos en Su Nombre, El está entre nosotros.

2.  En cada Navidad y en cada Pascua, Cristo se hace presente entre nosotros con especial fuerza.

3.   Al final de lo tiempos, cuando venga en su gloria para cumplir la promesa de vida eterna ¿Qué hemos de temer si es lo que más esperamos?

Volvamos al miedo ¿Por qué el miedo se nos cuela con tanta facilidad? Primeramente porque tenemos poca Fe, nos falta la Esperanza que nos alimenta y nuestra Caridad se resiente al mirar únicamente nuestros intereses. ¿Quién es el más interesado en que el miedo nos invada?

El maligno es el más interesado, ya que el miedo corta de raíz la Esperanza que nos sustenta en el día a día.
Si después de que pase el fatídico día, vemos que no ha sucedido nada, nos sentiremos engañados en nuestras creencias. Creencias que no son las de la Iglesia, pero que rápidamente asimilamos como tales.
Es decir, tendemos a alejarnos de aquello que aparentemente nos creó angustia injustificada y asimilamos que la Iglesia es la que nos ha transmitido ese mensaje.

Por desgracia este plan se escenifica cada pocos años y arrastra a más personas de las que creemos. Sobre el tema, el Papa nos hizo llegar algunas indicaciones certeras: (18 de noviembre del 2012)

"Jesús no se comporta como un adivino. Al contrario, quiere eliminar en sus discípulos de cualquier época la curiosidad por las fechas, las previsiones y quiere darles una lectura profunda, esencial e indicarles la vía justa sobre la que caminar para llegar a la vida eterna"

¿Que hacer ante esta abalancha de catastrofismo?
Primeramente deslindar la crisis económica de las profeciás. Después desenmascarar la falsedad de las interpretaciones interesadas que se hacen como elemento lucrativo. Después, evidenciar que nuestra Fe espera a Cristo y que esperamos que no tarde.

Cristo es nuestra esperanza ¿Qué podemos temer?

Néstor Mora Núñez

http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=26433

Ciao.

sábado, 29 de diciembre de 2012

¿Por qué lucho? Por lo que creo




Quien cree y ama poco, lucha poco. Porque nadie da la vida por aquello en lo que no cree.
Luchamos cada día por conquistar muchas metas. Uno lucha para sacar adelante a su familia. Otro lucha para defender el suelo y la gente de su Patria. Otro lucha por conseguir el pan de cada día.

¿Por qué lucho en mi vida? Por aquello que necesito, por aquello que amo, por aquello en lo que creo.

Quien cree y ama poco, lucha poco. Porque nadie da la vida por aquello en lo que no cree. En cambio, somos capaces de ponerlo todo, nuestra mente, nuestro corazón y nuestras fuerzas, por eso que consideramos justo, bueno, bello.

La pregunta "¿Por qué lucho?" se convierte entonces en otra pregunta: "¿En qué creo?"
Si creo en algo miserable y pobre, lucharé por nubes de engaño. Si creo en algo noble y grande, lucharé por una causa buena.

En cambio, si creo en Cristo, en la Iglesia, en la gracia, lucharé para que el Evangelio se difunda, para que la verdad llegue a más corazones, para que la pureza sea acogida, para que la generosidad y la justicia permitan al pobre y al enfermo encontrar a su lado manos amigas.

¿Por qué voy a luchar hoy? Por aquello en lo que creo. 

Por eso necesito pedir a Dios, con la humildad de aquel padre de familia del Evangelio (cf. Mc 9,22-24), que ayude mi incredulidad, que me conceda una fe grande, fuerte y bella, para este día y para todas las luchas que me tocará afrontar durante mi existencia terrena.

 P. Fernando Pascual LC.

Ciao.





viernes, 28 de diciembre de 2012

La Justicia Social comienza en el Vientre materno


Algunas veces dentro de la Iglesia hay una curiosa tensión entre aquellos que trabajan para defender el derecho a la vida, y aquellos que trabajan por “la justicia social.” Pero no hay motivo para esa tensión.

No puede haber justicia social sin establecer la más básica justicia, la protección de la vida del individuo. Si el derecho a la vida no está garantizado, tampoco lo están el derecho a alimentación, al techo, a la educación, al empleo, y la salud. Y por ser sagrada, la vida, no sólo necesita protección sino también necesita mejoras y cuidado a cada momento de su desarrollo.

El trabajar por la justicia social, y el trabajar por la vida, van juntos. Algunos no ven esto porque su principal lealtad es a los partidos políticos. Otros lo ven fácilmente, porque están fundados en el Evangelio.

www.sacerdotesporlavida.org

Ciao.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Y Jesús llegó al mundo...



“Y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la hostería.” (Lucas 2:7)

El hecho de que no hubiera lugar para Jesús, María y José en la hostería de Belén en la primera Navidad debería hacernos pensar, porque el nacimiento de Cristo fue previsto y planeado por Dios desde toda la eternidad. Cientos de años antes de que ocurriera, los profetas anunciaron que nacería de una virgen (Isaías 7:14) y que Belén sería el lugar de su nacimiento (Miqueas 5:2).
También fueron predichos muchos otros detalles de su vida y de su muerte.

¿Acaso Dios se olvidó de preparar un lugar para su Hijo? ¿Cómo es posible que no hubiera lugar, cuando el niño nacido en Navidad es el dueño de la hostería, de Belén, del mundo y de cada pulgada de espacio en todo el universo?

Obviamente, Dios hizo esto a propósito. No había lugar en la hostería, porque esto demuestra que el mundo ha rechazado a Dios. El mundo no hace lugar para el Dios que lo creó. No había lugar en la hostería porque Dios quería mostrar que su Hijo viene como Salvador, a reconciliar un mundo que está enemistado con Dios. Ser rechazado en la hostería anticipa el hecho que el mismo Salvador será rechazado, odiado y en última instancia crucificado; y todo esto era parte del plan de Dios desde toda la eternidad. En definitiva, la falta de lugar en la hostería simboliza la falta de lugar para El en nuestro corazón. Cuando nuestros corazones están llenos de toda clase de deseos que no son Dios, lo terminamos expulsando lentamente.

Que no haya lugar en la hostería significa también que no preparamos un lugar para nuestros hermanos y hermanas. El primer gran mandamiento es amar a Dios, y el segundo es parecido: amar al prójimo. Cristo deseó ser dejado afuera, porque siempre se solidariza con los que son excluídos, abandonados y expulsados. Esa es la situación hoy en día de los niños por nacer.
Se los expulsa de las agendas repletas de mucha gente que hace muchas cosas buenas e importantes, pero no está dispuesta a levantar ni un dedo para proteger las vidas de estos niños amenazados por el aborto. Han sido expulsados de las agendas legislativas, programas de predicación, planes de carrera y actividades de voluntarios. Ya hay demasiadas cosas para hacer, no hay lugar en la hostería.

Cristo llega en Navidad para cambiar todo eso. Hoy no busca la hostería, busca espacio en nuestros corazones y nuestras vidas. Y pide que al recibirlo, recibamos a todo el que el recibe, incluyendo los niños más indefensos y abandonados. Recibimos al Divino Niño, y al hacerlo, recibimos a cada niño. Al celebrar la Navidad, cantamos en el villancico “Oh Santa Noche” (O Holy Night) las palabras, “Romperá las cadenas, porque el esclavo es nuestro hermano, y en su nombre cesará toda opresión.” (“Chains shall he break, for the slave is our brother, and in his name all oppression shall cease.”) ¡Amén!
¡Qué cese la opresión y llegue la Navidad para los niños por nacer!

P. Frank Pavone
Director Nacional
Sacerdotes Por la Vida

Ciao.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

El Pesebre de Belén



Aquel pesebre, pobre y viejo, no había pensado en su vida que acogería al Niño Dios entre sus pajas. Nosotros, en cambio, sabemos que el Niño Jesús llegará el 24 en la noche.

En las faldas de un monte, por encima de Belén, hay una cueva. Es pequeña y algo tosca, pero acogedora; refresca en los días de calor, y abriga, en los de frío. Durante el año, los animales se resguardan en ella.

Los bueyes y las vacas acuden a pastar allí. Sacian su hambre con las frescas pajas que un mozo deposita a diario en un rústico pesebre, formado por resistentes ramas.

- ¡Vaya existencia la mía! -se decía el pesebre-. ¡¿No se podría haber empleado de mejor modo mi madera?!

El ganado acudía a él por necesidad, porque gusto no lo había. La mayoría de los desayunos, cenas y comidas, terminaban en indigestión.
Porque, ¿A quién le gusta escuchar quejas mientras come?
Una noche fría de invierno, entre los aullidos del viento y la respiración profunda de los animales que ahí dormían, llegaron dos personas a la cueva. Venían arropados de arriba abajo. El hombre jalaba con cuidado de su borriquillo, mientras la mujer que lo montaba, soportaba con paciencia los dolores del parto.

- Aquí está bien -dijo el hombre apesadumbrado-. Hemos caminado bastante -suspiró-. Me gustaría ofrecerte algo mejor, María, pero tú sabes que hoy no ha sido un buen día...

- No te aflijas, José -le respondió María, consolándole-. Hágase Su voluntad -y señaló con el dedo al cielo-.

Ambos se establecieron lo mejor que pudieron en la cueva, agradeciendo el calor de los animales.
El pesebre, que jamás dormía, se enterneció al ver la situación de aquella agotada pareja.
Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, María dio a luz a su hijo primogénito. Los gemidos del recién nacido resonaron en la cueva, rompiendo el silencio. Los animales se despertaron agitados en un primer momento; pero después de desperezarse, lo contemplaron con respeto.

José tenía al niño en sus brazos y lo había envuelto en pañales. Su corazón latía con fuerza: Estaba nerviosísimo. Cuando por fin tuvo oportunidad de ver al niño, se topó con unos grandes y preciosos ojos grises que lo miraban con curiosidad; entonces, sintió cómo una gran emoción llenaba su alma.

María permanecía recostada sobre unas gruesas cobijas que habían traído de Nazaret, y no le quitaba la vista a su hijo. Con un notable esfuerzo, cambió de postura y le pidió a José que le mostrase al Niño. Cuando él se lo dio, Ella lo cargó durante un largo rato, estrechando al niño contra su corazón.

Cuando María acabó de contemplarlo, se lo entregó a José, quien lo paseó maravillado. Y tras una larga y silenciosa adoración, lo depositó dormido en el pesebre.

Sonó, entonces, un redoblar de pasos, y a acto seguido entraron unos pastores en la cueva.
- En hora buena -exclamaron al ver al Niño. Y les contaron cuanto les había dicho el Ángel-.
Cuando llegaron a la señal que les había dado el ángel: "encontrarán al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre", el pesebre estuvo a punto de dar un brinco de asombro, pero recordó que el Niño Jesús aún dormía plácidamente sobre él.

Su nombre había aparecido en los labios de los ángeles. No lo podía creer. Lo ocurrido estaba preestablecido por Dios.

Cuando los pastores terminaron su relato, con gran admiración de los padres de Jesús y del mismo pesebre, sacaron sus humildes regalos y se los ofrecieron al Niño de corazón.
Una vez que los pastores se fueron y que el Niño se hubo vuelto a dormir, María y José también se entregaron al descanso, rendidos de cansancio.

Cuando el silencio llenó de nuevo la cueva con su majestad, el pesebre se quedó pensativo. Aún no acababa de entender lo que habían dicho los pastores.

- ¿Cómo es posible que sea Dios? -pensaba para sus adentros-.

Tras mucho repetir: «Tengo entre mis pajas a Dios», comprendió porqué no le pesaba aquel niño.

Aquel pesebre, pobre y viejo, no había pensado en su vida que acogería al Niño Dios entre sus pajas. Sabía que algún día vendría el Mesías -como todo el mundo-, pero jamás habría imaginado que nacería en aquella tosca cueva de aquel remoto poblado, y precisamente en aquella época del año. Y mucho menos que él sería el primer depositario.

Cuando Dios vino al mundo, no pasó inadvertido sólo para los hombres. También llegó de sorpresa para aquel pesebre de Belén. Ningún Ángel le anunció que sobre él se recostaría el Hijo de Dios.

Nosotros, en cambio, sabemos que el Niño Jesús llegará el 24 en la noche. Tenemos tiempo para vivir con entusiasmo este Adviento.
Regalémosle un corazón amable, quitando cada día una paja de nuestro áspero carácter. Ofrezcámosle el calor de nuestro corazón.

H. Gustavo Velázquez Lazcano, LC.

Ciao.



martes, 25 de diciembre de 2012

¡Feliz Navidad!


Al Mundo Entero

Os deseo a todos que en ésta celebración del Nacimiento de Jesús todos podamos nacer de nuevo junto a Él ,tener una nueva vida y seguir en la buena nueva que nos espera junto a Él.

¡Feliz Cumpleaños Jesús!

Llevo mucho años felicitando la Navidad en este blog. Ya son cinco, deseando a vosotros, amigos que visitáis este humilde rinconcito de mi alma, todo lo mejor para unas fiestas tan emblemáticas para nosotros los cristianos.

Este año he decidido que solo escribiré algunos Mensajes de Navidad de los que he ido recopilando durante estos años y que me han mandado los amigos, y el más importante de los que he recibido es el de estar con Jesús y tener "PAZ Y AMOR".

Mensajes de NAVIDAD: (Cada uno que elija el que más le guste).

... PAZ y AMOR

... Que esta Navidad convierta cada deseo en flor, cada dolor en estrella, cada lágrima en sonrisa y cada corazón en una dulce morada para Jesús, nuestro Salvador.

... La Navidad es ese niño que nace en nuestro interior y que motiva en nuestros corazones los sentimientos más nobles y la esperanza por un mundo mejor.

... Los amigos son como las estrellas que, aunque no puedas verlas, sabes que siempre están ahí. ¡Feliz Navidad!

... Que en estas fiestas, la magia sea tu mejor traje, tu sonrisa el mejor regalo, tus ojos el mejor destino y tu felicidad mi mejor deseo. ¡Feliz Navidad!

... Que ésta Navidad traiga una sensación maravillosa de todos los sentimientos mas bonitos reunidos dentro de nuestro corazón y junto al AMOR de JESÚS nuestro SALVADOR. ¡Feliz Navidad!

...Dios te bendiga a ti y a tu familia que pase una navidad muy pero muy feliz y un año nuevo.

... Así como Jesús Nació en la cuna de un pesebre deja que nazca hoy en la cuna de tu corazón y que la estrella que guiaba a los tres Reyes Magos también guíe tu vida por el camino del bien.

... Que todos en este mundo se llenen de bendiciones que hoy es el Nacimiento del Salvador.

... Tal vez el mejor adorno de Navidad es una gran sonrisa, aquí tienes la mía ;
A los que comparten risas, a los que lloran, a los que tienen a alguien a su lado, a los que no lo tienen, a los que veo a menudo, a los que echo de menos, ¡FELIZ NAVIDAD!

... Con todo mi cariño, te deseo que la magia de la Navidad te ilumine y te ayude a conseguir todos tus sueños.

... Hay dos cosas en este mundo cambiante que no pueden cambiar ni terminar; el esplendor de nacimiento humilde de Cristo, y el amor entre amigos ¡Feliz Navidad!

... Nadie es tan pobre para no dar, ni tan rico para no recibir ¡Feliz Navidad!

... Si no sabes qué regalar a tus seres más queridos por Navidad ¡Regálales tu amor!

... En el mercado se puede comprar mazapán, turrón, pavo, marisco... Pero no se puede comprar amistad, es una receta casera. ¡Feliz Navidad!

... Feliz Navidad a los hombres de buena voluntad y mis mejores deseos para que reine el amor, la paz y la hermandad en los rincones de todos los hogares.

... Que en esta gran fiesta cristiana en la que celebramos el Nacimiento de nuestro Señor Jesús, la estrella de la Navidad ilumine tus caminos y con fe logréis que todos vuestros anhelos y deseos se cumplan y que el próximo año os depare muchas alegrías, unión y properidad.

... Hagamos que esta fecha sea de paz y amor dándole amor a nuestros seres queridos y compartiendo con aquellos que no tienen, hazlo y tendrás una Feliz Navidad.

¡FELIZ NAVIDAD!

Ciao.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Una invitación... de JESÚS




Entre las postales o los mensajes que me lleguen durante estos días, el más importante viene del Corazón de Cristo.

Llega la Navidad. Para algunos, un tiempo de descanso. Para otros, momentos de inquietud. Salen a la luz tensiones y problemas que uno, a veces, puede ocultar gracias al trabajo.
Para los cristianos, un momento de fiesta: ¡Nace el Salvador!

Para Dios, ¿Qué es la Navidad? Dios no tiene tiempo, lo sabemos. Pero entró en el tiempo. Jesús sigue siendo Hombre en el cielo: cada Navidad "recuerda" que es su "cumpleaños".

Ese día (lo hace todos los días, pero también en Navidad) mirará al mundo con cariño inmenso.
Buscará, como hace más de 2000 años, a la oveja perdida. Pensará en su pueblo, en su raza, en quienes viven en Tierra Santa entre odios tristes, angustias profundas, lágrimas por los fallecidos y los ausentes.

Mirará el corazón de cada hombre, de cada mujer, para mendigar algo de cariño. Más aún, para ofrecer su Amor, para derramar bálsamos de ternura, para vendar heridas profundas, para animar buenos deseos que no acaban de hacerse realidad.

Me mirará también a mí, con mi historia, con mis penas, con mis esperanzas, con mis angustias, con mi generosidad. Querrá decirme que sintió frío porque quería calentar mi corazón egoísta, que pasó sed porque venía a darme agua viva, que conocerá el hambre porque se convertirá en el Pan que se inmola por el mundo.

Entre las postales o los mensajes que me lleguen durante estos días, el más importante viene del Corazón de Cristo. Me invita a abrir el Evangelio, a descubrir que los pobres son llamados al banquete, a recordar que el pecador no es condenado, a vivir en la alegría profunda del perdón divino.
Me buscará, aunque tenga que pasar entre abrojos, para tomarme sobre sus hombros, para llevarme nuevamente a casa, para sentarme en un banquete eterno.

Llega la Navidad. La invitación de Dios descansa sobre mi mesa de trabajo o en lo más profundo de mi espíritu hambriento de esperanzas. Es una invitación sencilla y perfumada, amable y sugestiva, bondadosa y humilde. Como todo lo que viene de Dios, que abraza a los que se hacen como niños, a los que viven con la sencillez propia de quienes se sienten muy amados.

P Fernando Pascual LC.

Ciao.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Del ateísmo a la fe al oír un Villancico


Manuel García Morente: Prestigioso catedrático de filosofía públicamente conocido como ateo.

El nombre de García Morente es bien conocido en la Universidad española. Era catedrático de Ética en la Universidad de Madrid -entonces, "Universidad Central"-, y una de las figuras más prestigiosas de la filosofía en España. Cuando estalló la guerra en España en julio de 1936, era Decano de su Facultad. Aparentemente, no era una persona con un perfil que diera motivos para temer nada de la República española.
Era públicamente conocido como ateo; de hecho, poco después de morir su madre, siendo un adolescente, dejó de ir a la iglesia: Ya decía que no creía.

Formado en Francia

Hizo estudios en Francia, y se licenció por la Sorbona, siendo discípulo de Bergson y Levy-Brühl.
Filosóficamente, su mayor influencia venía del kantismo, como sucedía en España con muchos de los que habían pasado por la Institución Libre de Enseñanza, algunos de los cuales ocupaban puestos relevantes en la joven República.
Era apolítico, y si acaso, sus ideas al respecto podían tener cierta afinidad con las de Ortega y Gasset, con quien le unían bastantes planteamientos y una estrecha amistad. Y sin embargo...

La muerte de su yerno

Apenas mes y medio de comenzada la guerra se produjo el vuelco. El 28 de agosto de 1936 recibe una llamada telefónica: Su yerno había muerto.
"Recibí la noticia de su muerte estando yo en la Universidad en el acto de entregar el decanato -del que fui destituido por el Gobierno republicano- a mi sucesor, el señor Besteiro.
De mi casa, por teléfono, me comunicaron el fallecimiento de mi yerno. Yo comprendí enseguida que había sido asesinado. Y la impresión que la noticia me produjo fue tal que caí desvanecido al suelo. Cuando volví en mí pedí al señor Besteiro que interpusiera toda su influencia para lograr el rápido y seguro traslado de mi hija y nietos de Toledo a Madrid". Besteiro, que era un caballero, accedió y lo consiguió.

Lo mataron por ser de la "Adoración Nocturna"

El "delito" del yerno consistía en pertenecer a la Adoración Nocturna. Siguieron días de miedo, con registros y detenidos entre los vecinos. "En esta situación, el 26 de septiembre, al mes escaso del asesinato de mi yerno, recibí por la mañana temprano el aviso confidencialísimo de que urgía me ausentara de casa, y, si fuera posible, de España, pues se había acordado, por ciertos elementos descontentos de mi gestión en el decanato de la Facultad de Filosofía y Letras, darme la muerte, como era usual entonces".
Como suele suceder en las guerras civiles, las rivalidades personales se mezclan con las políticas.

Huye a París amenazado de muerte

Tuvo que huir precipitadamente a Barcelona, y de allí a París. Comenzó así un periodo de angustias. "Llegué, pues, a París, sin dinero, y con el alma transida de angustia y de dolor, y además corroída por preocupaciones de índole moral. ¿Había hecho bien en abandonar mi casa y a mis hijas (estaba viudo desde 1923) y ponerme egoístamente a salvo?".
Era evidente que no le había quedado otra opción que huir, pero quedaba la duda, un sentimiento de impotencia que nunca había experimentado, y la humillación no sólo de no poder subvenir a las necesidades de los suyos, sino ni siquiera a las propias: tenía que vivir de la generosidad de algunos amigos.

Desasosiego en París

"Así, en París -recuerda-, el insomnio fue el estado casi normal de mis noches tristísimas". Cavilaba sobre su familia y su suerte, pero también empezaba a verse de un modo distinto que antes: "también a veces repasaba en la memoria todo el curso de mi vida: veía lo infundada que era la especie de satisfacción modorrosa que sobre mí mismo había estado viviendo; percibía dolorosamente la incurable inquietud e inestabilidad espiritual en que de día en día había ido creciendo mi desasosiego".

Le ofrecen un trabajo

No permanecía inactivo. Hizo gestiones para intentar sacar a su familia de España: primero, con la embajada británica; después, con la Cruz Roja. Fallaron. Además, tampoco estaba muy seguro: ¿qué podía ofrecerles si llegaban? En esta situación, llegó un primer golpe de fortuna: se dirigió a él una editorial para que preparara un diccionario español-francés actualizado.

Alguien se acordó de él.
¿Pero, sería todo un castigo de Dios?

Con todo, el motivo principal de su angustia seguía inalterado: su familia. La idea de Dios llegó por primera vez a su cabeza: ¿sería un castigo de Dios? "La primera vez que la idea «castigo de Dios» rozo mi mente fue cosa fugaz y transitoria, en la que no paré mientes.
Pero por la noche la misma idea reapareció, y esta vez ya con claridad y persistencia tales que hube de prestarle mayor atención. Pero fue para mirarla, por decirlo así, despectivamente y rechazarla con un movimiento de enojo, de orgullo intelectual y de soberbia humana. «No seas idiota», me dije a mí mismo. Y el pensamiento volcó sobre la pobre ideíta, humildita y buena, un montón rápido de representaciones filosóficas, científicas, etc., que la ahogaron en ciernes".

Reconoce que su vida se configura en buena medida sin su intervención

De repente, apareció un rayo de esperanza, también inesperado. En una visita a su amigo Ortega y Gasset, encontró en casa de éste un hombre cuyo hijo era secretario de Negrín, por entonces Ministro de Hacienda de la República. Al enterarse de la preocupación de García Morente, se ofreció a hacer gestiones por medio de su hijo. Además de agradecido, el catedrático quedó desconcertado. "Yo me quedé pasmado. El conjunto de lo que me estaba sucediendo tenía caracteres verdaderamente extraños e incomprensibles. Alrededor de mí o, mejor dicho, sobre mí e independientemente de mí, se iba tejiendo, sin la más mínima intervención de mi parte, toda mi vida".

Se le imponía la idea de la Providencia pero la rechazaba

Todo lo que intentaba, no salía; todo lo que salía, no lo había intentado ni previsto. "Yo permanecía pasivo por completo e ignorante de todo lo que me sucedía. Se diría que algún poder incógnito, dueño absoluto del acontecer humano, arreglaba sin mí todo lo mío. (...) Por tercera vez la idea de la Providencia se clavó en mi mente. Por tercera vez, empero, la rechacé con terquedad y soberbia. Pero también con un vago sentimiento de angustia y de confusión. Era demasiado evidente que yo, por mí mismo, no podía nada y que todo lo bueno y lo malo que me estaba sucediendo tenía su origen y propulsión en otro poder bien distinto y harto superior. Con todo, me refugiaba en la idea cósmica del determinismo universal, y una vez que se me ocurrió tímidamente el pensamiento de pedir, de pedir a Dios, esto es, de rezar, de orar -que era, sin duda, la actitud más lógica y congruente con todo lo que me estaba sucediendo-, lo rechacé también como necia puerilidad".

Solo y angustiado en París

Las gestiones comenzaron dando buenos resultados... pero acabaron en un nuevo punto muerto. En abril de 1937 su familia pudo salir de Madrid... pero no de España. Se instalaron en Barcelona; desde luego, estaban mejor que en Madrid, y tenían parientes que les acogieron. Pero había alguien que no quería que sus hijas y nietas salieran de la España republicana; las veía como rehenes que garantizaban que García Morente no emprendería actividades antirrepublicanas (algo que nunca pasó por su cabeza). Este volvió a derrumbarse: "Yo solo en París, desde el octavo piso de la casa del boulevard Sérurier, estaba obligado a esperar, angustiado, el estallido de los hechos que se concertaban o desconcertaban ellos solos, por sí solos, encima de mi cabeza.
Esperando sin saber qué
Aquellas noches fueron atroces. «¿Qué está haciendo de mí -pensaba- Dios, la Providencia, la Naturaleza, el Cosmos, lo que sea?». La impotencia, la ignorancia, una noche sombría en derredor y nada, nada absolutamente, sino esperar la sentencia de los acontecimientos. ¡Esperar! ¿Y cómo esperar sin saber? ¿Qué esperanza es esa esperanza que no sabe lo que espera? Una esperanza que no sabe lo que espera es propiamente... la desesperación".

Inclinándose a favor de Dios

En su desesperación, daba vueltas y vueltas a su situación, y al sentido mismo de la vida. "¿Quién es ese algo distinto de mí que hace mi vida en mí y me la regala? Claro está que enseguida se me apareció en la mente la idea de Dios. Pero también enseguida debió asomar en mis labios la sonrisa irónica de la soberbia intelectual. «Vamos -pensé-, Dios, si lo hay, no se cura de otra cosa que de ser. Dejémonos de puerilidades». Y en efecto, realicé el acto interior de rechazar esas que yo llamaba puerilidades. Pero he aquí que las puerilidades insistían en quedarse y se negaban a ser rechazadas". Intentó aplicar el rigor de la filosofía que era su profesión. Pero, para su asombro, su corazón, y poco a poco su cabeza, se iban inclinando a favor de un Dios providente.

Una Providencia sabia y amable

"Por una parte, la idea de una providencia divina, que hace nuestra vida y nos la da y atribuye, estaba ya profundamente grabada en mi espíritu. Por otra parte, no podía concebir esa Providencia sino como supremamente inteligente, supremamente activa, fuente de vida, de mi vida y de toda vida, es decir, de todo complejo o sistema de hechos plenos de sentido. Llegado a esta conclusión, experimenté un gran consuelo. Y me quedé estupefacto al considerarlo. «¿Cómo es posible -pensé- que la idea de esa Providencia sabia, poderosa, activa y ordenadora, pero que acaba de asestarme tan terrible golpe, me sea ahora de consuelo?». No lo entendía bien. Pero el hecho era evidentísimo. El hecho era que me sentía más tranquilo, más sereno y reposado. (Mucho tiempo después, leyendo a San Agustín, he descubierto la verdadera clave del enigma en la frase «inquieto está mi corazón hasta que en Ti descansa»)". Pero, ¿Por qué esa Providencia parecía tan cruel con él?

Un Dios para pensar no para rezar

Ya más tranquilo, "pensaba en Dios; pero siempre en el Dios del deísmo, en el Dios de la pura filosofía, en ese Dios intelectual en el que se piensa, pero al que no se reza. Dios humano, trascendente, inaccesible, puro ser lejanísimo, puro término de la mirada intelectual". Ante un Dios así concebido sólo cabe una postura: la resignación. Lo intentó, pero sintió primero la frialdad, después la rebeldía. "En mi alma se produjo una especie de protesta, y creo, Dios me perdone, que algo así como una blasfemia subió a mi mente. Creo que acusé de cruel, de indiferente, de burlona, de sarcástica a esa Providencia que se complacía en zarandear mi vida, en traerla y llevarla a su antojo inexplicable, en darle y atribuirle acontecimientos y hechos que yo no quería, que yo repudiaba. ¿Qué puedo esperar -pensaba yo- de un Dios que así se complace en jugar conmigo, que me engolosina de esa manera con la inminente perspectiva de la felicidad, para hacerla desaparecer en el momento mismo en que yo iba a tenerla ya entre las manos? (...) No me someto al destino que Dios quiere darme; no quiero nada con Dios, con ese Dios inflexible, cruel, despiadado".
Por pura rebeldía pensó en el suicidio, pero lo rechazó: nada resolvía con ello
En ese estado, se le ocurrió pensar en el acto supremo de la rebeldía, en lo que parecía la máxima expresión de libertad frente a ese Dios dueño de nuestros destinos: el suicidio. "Pero tan pronto como me di cuenta de la conclusión a que había llegado, me espanté de mí mismo. No por la idea de suicidio en sí, que ya en otras ocasiones había estado en los ámbitos de mi conciencia, sino más bien por la absoluta ineficacia de un acto así, que a nada conducía, que nada resolvía".
Estaba en un callejón sin salida. Puso la radio. Música. Primero, César Frank; después, Ravel. Siguió L´enfance de Jésus de Berlioz, bien cantada por un magnífico tenor.

Finalmente consintió en pensamientos sobre la vida de Jesucristo

"Algo exquisito, suavísimo, de una delicadeza y ternura tales que nadie puede escucharlo con los ojos secos. (...) Cuando terminó, cerré la radio para no perturbar el estado de deliciosa paz en que esa música me había sumergido. Y por mi mente empezaron a desfilar -sin que yo pudiera ofrecerles resistencia- imágenes de la niñez de Nuestro Señor Jesucristo. Le vi, en la imaginación, caminando de la mano de la Santísima Virgen, o sentado en un banquillo y mirando con grandes ojos atónitos a San José y a María. Seguí representándome otros episodios de la vida del Señor: el perdón que concede a la mujer adúltera, la Magdalena lavando y secando los pies del Salvador, Jesús atado a la columna, el Cirineo ayudando al Señor a llevar la Cruz, las santas mujeres al pie de la Cruz. (...) Y los brazos de Cristo crecían, crecían, y parecían abrazar a toda aquella humanidad doliente y cubrirla con la inmensidad de su amor, y la Cruz subía, subía hasta el cielo y llenaba el ámbito de todo y tras de ella subían muchos, muchos hombres y mujeres y niños; subían todos, ninguno se quedaba atrás; sólo yo, clavado en el suelo, veía desaparecer en lo alto a Cristo, rodeado por el enjambre inacabable de los que subían con Él; sólo yo me veía a mí mismo, en aquel paisaje ya desierto, arrodillado y con los ojos puestos en lo alto y viendo desvanecerse los últimos resplandores de aquella gloria infinita, que se alejaba de mí". Aquello "tuvo un efecto fulminante en mi alma".
Por fin, quiso rezar de rodillas pero había olvidado el Padrenuestro.

En realidad, supuso su conversión. "¿Y qué me había sucedido? Pues que la distancia entre mi pobre humanidad y ese Dios teórico de la filosofía me había resultado infranqueable. Demasiado lejos, demasiado ajeno, demasiado abstracto, demasiado geométrico e inhumano. Pero Cristo, pero Dios hecho hombre, Cristo sufriendo como yo, más que yo, muchísimo más que yo, a ése si que le entiendo y ése sí que me entiende, a ése sí que puedo entregarle fielmente mi voluntad entera, tras de la vida. A ése sí que puedo pedirle, porque sé de cierto que sabe lo que es pedir y sé de cierto que da y dará siempre, puesto que se ha dado entero a nosotros los hombres. ¡A rezar, a rezar! Y puesto de rodillas empecé a balbucir el Padrenuestro. Y ¡horror!, ¡se me había olvidado!".

Una nueva visión de la vida

Siguió de rodillas, rezando como podía. Recordó cómo su madre le había enseñado a rezar, reconstruyó el Padrenuestro, y el Avemaría... y de ahí no pudo pasar. "No importaba demasiado; lo cierto era que una inmensa paz se había adueñado de mi alma". Se sentía otro hombre, el "hombre nuevo" del que hablaba San Pablo. Miró por la ventana: vio lo de siempre, Montmartre. Pero los ojos eran nuevos, y vio un significado que no había aparecido antes: ¡Mons Martyrum!, el Monte de los Mártires. Vio los mártires, que aceptaban libremente el supremo sacrificio. "¡Querer libremente lo que Dios quiera! He aquí el ápice supremo de la condición humana. «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo»".

Para reconstruir sobre nuevas bases

Las primeras conclusiones, los primeros propósitos, del cristiano Manuel García Morente empezaron a trazarse. "Lo primero que haré mañana será comprarme un libro devoto y algún buen manual de doctrina cristiana. Aprenderé las oraciones; me instruiré lo mejor que pueda en las verdades dogmáticas, procurando recibirlas con la inocencia del niño, es decir, sin discutirlas ni sopesarlas por ahora. Ya tendré tiempo de sobra, cuando mi fe sea sólida y robusta y esté por encima de toda vacilación, para reedificar mi castillo filosófico sobre nuevas bases. Compraré también los Santos Evangelios y una vida de Jesús. ¡Jesús, Jesús! ¡Misericordia! Una figura blanca, una sonrisa, un ademán de amor, de perdón, de universal ternura. ¡Jesús!".
Una misteriosa presencia de Jesucristo
Siguió algo extraordinario. Para reforzar la fe recién renacida, Jesucristo quiso tener en él un detalle extraordinario: hacerse presente de un modo misterioso, pero real; de un modo que no se podía percibir por los sentidos, pero se percibía. "Allí estaba él. Yo no lo veía, yo no lo oía, yo no lo tocaba. Pero Él estaba allí. (...) Y no podía caberme la menor duda de que era Él, puesto que le percibía, aunque sin sensaciones. ¿Cómo es esto posible? Yo no lo sé".
Como Santa Teresa
Duró un rato que no se podía medir, y terminó, para no volverse a repetir. Lo necesario, y nada más. Años después, encontró algo parecido en la Vida de Santa Teresa.

Alegría familiar

Al cabo de unos días, cayó el Gobierno en España y, poco tiempo después, pudo reunirse con su familia, en París, y darles la buena noticia de su conversión: ¡Gran alegría para una familia en la que él era el único que había carecido de fe!
Sacerdote
En mayo de 1938 volvió a España, con la intención de realizar los estudios preliminares al sacerdocio. Fue ordenado sacerdote en 1940.

Ciao.

sábado, 22 de diciembre de 2012

"El Viejito Pascuero"


En una mañana de Septiembre del año 1897, el Redactor Jefe del periódico neoyorquino “The Sun” encontró sobre su mesa de trabajo la siguiente carta de una niña de 8 años:

Estimado Señor Redactor:

Tengo ocho años de edad, algunas de mis amigas siempre me dicen que no existe el Viejito Pascuero. Sin embargo mi Padre afirma que si esa existencia “The Sun” la confirma, entonces es que existe el Viejito Pascuero. Por favor dígame la verdad: ¿Existe realmente el Viejito Pascuero?

Virginia O’Hanlon

Francis Church , Redactor de “The Sun”, con reluctancia e indecisión tomo para sí la tarea de responder a la carta de Virginia.
Entretanto habiendo comenzado a escribir, las palabras saltaron rápidas sobre el papel, y así surgió la siguiente carta:

“Virginia:

Tus amigas no tienen razón. Ellas sufren una enfermedad pésima y que más tarde les traerá muchos dolores. Ten cuidado para que esa enfermedad no te coja. Se trata de una enfermedad del alma.
Nosotros los adultos la llamamos incredulidad, espíritu de crítica, falta de inocencia. Tus amigas y otras personas que intentaron convencerte piensan que son sabias y experimentadas, porque sólo admiten como real aquello que pueden ver con los ojos y tocar con las manos. ¡Sin embargo ellas no saben cuan poco es eso!

Ahora pequeña Virginia, imagina todo ese inmenso Globo terrestre con sus lagos y montañas, con sus ríos y mares, y flotando sobre nuestras cabezas el cielo infinito con sus miríadas y miríadas de estrellas.
Imagina cuantas especies de seres existen en el mar, en los aires y sobre la tierra.
El hombre es apenas uno entre millares de seres y además ¡Cuán pequeño! Delante de las inmensidades del universo, él es poco más que un abejorro o una hormiga. ¿Cómo entonces puede el hombre ver todo lo que existe y con su pequeño entendimiento querer explicar todas las cosas?

Sí, Virginia, ¡Existe el Viejito Pascuero! Con tanta certeza como existen el cariño y la alegría, el amor y la bondad, los cuales sin embargo no podemos ver con los ojos, ni palpar con nuestras manos. Pero todo eso existe. Tú misma ya los experimentaste. ¿Y no traen ellos belleza y alegría en tu vida?

¡Ah, como sería triste el mundo sin el Viejito Pascuero! Tan triste como si no hubiese más Virginias, como si no existiesen más los cuentos de hadas, los ángeles, las canciones, las historias infantiles escritas por los poetas.
O si, por el contrario, sólo hubiese gente que jamás se encanta con nada, que jamás sonríe. Entonces estaríamos todos perdidos. Y aquella luz eterna que jamás se apaga, con la cual los niños iluminan el mundo y que acompaña a todo niño que nace, esta se apagaría para siempre.

¿No creer en el Viejito Pascuero? Entonces nadie más necesitaría creer en hadas y ángeles. Tú podrías convencer a tu padre que colocase vigías delante de cada chimenea en la Noche de Navidad, para que ellos pudiesen coger al Viejito Pascuero.
¿Qué quedaría entonces probado si ellos no lo viesen descender por la chimenea? Nadie ve al viejito Pascuero.
Eso, sin embargo, no prueba que no exista. Las cosas que en este mundo son verdaderamente reales no las pueden ver ni los niños ni los adultos.
¿Ya viste alguna vez danzar un hada sobre los prados floridos? El hecho de que no la hayas visto no prueba que el hada no dance en los prados. Nadie puede comprender las maravillas invisibles del universo.

Tú puedes desmontar un cascabel de un niño para ver cómo se produce propiamente el ruido de las piedrecitas que se entrechocan. Sin embargo, sobre el mundo invisible hay un velo extendido, el cual no puede ser rasgado ni aun por el hombre más fuerte de la tierra y ni siquiera por la fuerza conjunta de todos los hombres fuertes de todas las épocas.
Solamente la Fe y la Caridad pueden levantar un poquito la punta de este velo y así contemplar la belleza y esplendor sobrenatural que se esconden detrás de él.

¿Será todo eso realidad? ¡Oh, Virginia sobre la tierra nada hay más real ni más verdadero que eso! ¡Gracias a Dios que el Viejito Pascuero vive y vivirá eternamente! En los próximos mil años “ ¡Oh, qué digo, pequeña Virginia “, en los próximos diez mil años, multiplicados por otros tantos mil años, el Viejito Pascuero continuará haciendo que los corazones puros de los niños se alegren y batan con más fuerza en la bendecida noche de Navidad.
Publicado en Catolicismo n° 576 Diciembre de 1998 -

Nota: Desde el punto de vista de la Doctrina Católica, cabrían algunas ponderaciones e incluso restricciones que hacer al texto reproducido. Por ejemplo, él parece equiparar la existencia de los ángeles, cuya existencia es cierta por la Fe, con las hadas y otros seres imaginarios. Sin embargo tales ponderaciones son más o menos intuitivas, y lo que se quiere resaltar es sólo la necesidad de la creencia en un mundo sobrenatural y maravilloso que encontraremos plenamente en el Cielo, en oposición a una cierta mentalidad materialista moderna, para la cual sólo tiene existencia real lo que es palpable.

Ciao.



viernes, 21 de diciembre de 2012

Reflexión de un amigo



Hace unos días, me llegaba este mensaje-reflexión-felicitación navideña que un gran amigo al que sin conocernos personalmente, quiero muchísimo, tanto a él como a su familia, porque en cada cosa que hace, veo el reflejo del auténtico cristiano.
Sus pensamientos son de tal profundidad, que siempre que leo algo de él, me invita a reflexionar y a meditar sus palabras.
Me tomo la libertad de poneros su mensaje, porque sé que él no se molestará. No daré nombres, pero seguro que cuando lo lea, la persona se dará por aludida. 
Perdón amigo, si me he permitido la licencia de publicar tu correo, pero pienso que esta inquietud que tu tienes, la debo transmitir a todos, para que reflexionemos con profundidad y tomemos conciencia de la gran crisis en la que estamos inmersos.
Gracias amigo por estas letras.

Querida Lourdes:

Cada día he buscado en la prensa, noticias que alimentaran mi fe y confianza en la bondad del corazón humano.
Día tras día, ese anhelo quedaba decepcionado ante la oscuridad,
que invadía, las pocas luces encendidas que a veces encontraba.

Sobornos, guerras, disputas, corrupción, abusos, racismo,
discriminación, intolerancia, terrorismo ,injustica, adicción,
mentira, hambre, pobreza, insolidaridad..., lamentablemente la lista es mucho más larga. ¿Hasta cuándo?...

Me inquieta comprobar en mi entorno, el aumento de personas que se entristecen e incluso se enfadan,
ante la llegada de las fiestas navideñas.
¿Cómo es posible que el nacimiento de un niño, ya no traiga alegría?... ¡La esperanza se ha perdido!

Mi deseo y el de toda mi familia:
Que sepamos descubrir en esta navidad, no la simple celebración de unos días de fiesta, sino la de una gran experiencia.
Jesús no vino a iluminar nuestros diciembres, sino a transformar nuestras vidas.

El amor, no se vende en las grandes superficies.
¿Por qué no probamos este año, a buscarlo a los pies de un niño puesto en un pesebre?...

Un abrazo

Ciao.


jueves, 20 de diciembre de 2012

Vendrá a nosotros el Verbo de Dios



Conocemos tres venidas del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. Aquéllas son visibles, pero ésta no.
En la primera el Señor se manifestó en la tierra y vivió entre los hombres, cuando -como él mismo dice- lo vieron y lo odiaron.
En la última contemplarán todos la salvación que Dios nos envía y mirarán a quien traspasaron.
La venida intermedia es oculta, sólo la ven los elegidos, en sí mismos, y gracias a ella reciben la salvación.
En la primera el Señor vino revestido de la debilidad de la carne; en esta venida intermedia viene espiritualmente, manifestando la fuerza de su gracia; en la última vendrá en el esplendor de su gloria.

Esta venida intermedia es como un camino que conduce de la primera a la última. En la primera Cristo fue nuestra redención; en la última se manifestará como nuestra vida; en esta venida intermedia es nuestro descanso y nuestro consuelo.

Pero, para que no pienses que estas cosas que decimos sobre la venida intermedia son invención nuestra, oye al mismo Señor: El que me ama guardará mi palabra; mi Padre lo amará y vendremos a fijar en él nuestra morada. He leído también en otra parte: El que teme al Señor obrará bien. Pero veo que se dice aún algo más acerca del que ama a Dios y guarda su palabra. ¿Dónde debe guardarla?
No hay duda que en el corazón, como dice el profeta: En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti.

Conserva tú también la palabra de Dios, porque son dichosos los que la conservan.
Que ella entre hasta lo más íntimo de tu alma, que penetre tus afectos y hasta tus mismas costumbres.
Come lo bueno, y tu alma se deleitará como si comiera un alimento sabroso.
No te olvides de comer tu pan, no sea que se seque tu corazón; antes bien sacia tu alma con este manjar delicioso.

Si guardas así la palabra de Dios es indudable que Dios te guardará a ti. Vendrá a ti el Hijo con el Padre, vendrá el gran profeta que renovará a Jerusalén, y él hará nuevas todas las cosas.
Gracias a esta venida, nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.
Y, así como el primer Adán irrumpió en todo el hombre y lo llenó y envolvió por completo, así ahora lo poseerá totalmente Cristo, que lo ha creado y redimido y que también un día lo glorificará.

De los Sermones de san Bernardo, Abad

Ciao.


miércoles, 19 de diciembre de 2012

Este año felicitaré... Como manda la tradición



Algunos políticos, con la que está cayendo, se molestan porque en una tarjeta de felicitación oficial de la Navidad, asoma una escena religiosa de la tradicional a histórica Navidad Española o Europea.
Luego, algunos de ellos, no tienen empacho en descalzarse para entrar a una mezquita... Sabiendo que hieren la sensbilidad religiosa de otros tantos españoles. Y es que, éstos son valientes con lo que quieren...
Me pregunto yo, si acaso estos regidores, preferirían felicitar la Navidad con una postal llena de chorizos.
Pienso para mis adentros si, estos que ponen el grito en el cielo por algo, tan de sentido común, como que la Navidad hace referencia al Nacimiento de Jesús, lo harían de igual forma si –en el congreso de sus señorías- apareciera un mustafá invitando al sacrificio del cordero.
¿Qué harían, en este caso, algunas de sus señorías? Pues, posiblemente, responderían: “ Hay que respetar la expresión de otras culturas”.
¿Solo daña lo nuestro a los demás? ¿O es el criterio sectario y decimonónico de algunos políticos lo que queda al descubierto?
Yo, especialmente este año, procuraré felicitar a cientos de amigos a través de email y de facebook las próximas Navidades. Y lo haré de la mejor forma que se (como mis profesores y padres me enseñaron) y con la convicción más profunda que tengo: La Navidad tiene un nombre y, ese nombre, es JESÚS.
Si algunas de sus señorías prefieren felicitar con el Papa Noel… están en su derecho cocacolero.
Otros, si por el contrario desean mostrarnos en la tarjeta navideña los numerosos trajes quita y pon utilizados en recepciones, banquetes o lunch… No estaría nada de mal el saberlo.
Pero tal vez, en la situación que se encuentra España, lo más navideño sería el revelarnos sobre esa tarjeta navideña en nombre de quien, miles y miles de voluntarios de Cáritas (que son nuestra Iglesia) salen al paso de las innumerables carencias y necesidades de tantas personas que, por cierto, necesitan más escenas navideñas que les lleven a la esperanza y, tal vez, menos políticos que se dedican a contar los cuernos de un reno, a deslizarse por la nieve o a denigrar lo que el pueblo, en su gran mayoría, queremos, cuidamos y respetamos: la Navidad con todo lo que ella conlleva... También su sentido cristiano.
Y digo yo ¿Pero quiénes son ellos para decirnos cómo hemos de felicitar las navidades? Si tanto añoran los paisajes navideños con bosques, nieve y renos…Que se vayan a Fenoscandia.
Y, si quieren a España, que empiecen a respetar lo que aquí sentimos como algo nuestro, genuino e irrenunciable: La identidad cristiana de la Navidad.
Y, la verdad, me extraña como muchos de ellos no han caído en la cuenta de que una postal de Navidad como más bonita estaría es con “chorizos colgando” alrededor del Niño.
Pero claro… Eso no les hace gracia. Dice demasiado de algunos de ellos.

Javier Leoz Ventura

Ciao.



martes, 18 de diciembre de 2012

10 Secretos de la Navidad para una sociedad posmoderna




Si nos detenemos a contemplar un momento "la Navidad" no es tan difícil, por lo tanto, encontrar el secreto para ser felices.

La Navidad es inagotable: 

Después de dos mil años, sigue ilusionando a los niños, inspirando a los artistas, arrobando a los místicos y movilizando al mundo entero. Basta recorrer las principales avenidas y comercios del orbe a partir de noviembre para sentir la fuerza del fenómeno. Y esto en una cultura que es llamada ya por muchos "post-moderna"; es decir, que dejó atrás la modernidad y se ha vuelto "ultramoderna", sobre todo por su dominio técnico y científico, su estructuración geopolítica y social y su configuración global.

En esta nueva edad de la humanidad, contrasta cada vez más la celebración de la Navidad con la tradición de la Navidad. Las tradiciones, en general, están muy devaluadas.
Se ha difundido la idea de que son algo que se hace sólo por costumbre, inercia o imposición social o religiosa. Muy al contrario, las tradiciones son como las mejores prácticas de la humanidad, amasadas en forma de costumbre o recurrencia, precisamente para que no se pierdan.
Las tradiciones tienen un núcleo interior, un sentido profundo que inspira y da significado a la celebración exterior.

La celebración de la Navidad, sin embargo, está siendo cada vez más superficial y material. Y a medida que se va imponiendo un modelo pagano y comercial de celebrarla, se va perdiendo su riqueza profunda y su encanto.
Hacen falta nuevos puentes entre tradición y postmodernidad. Sin duda, hay muchos elementos que depurar en ciertas tradiciones. Pero es preciso redescubrir el valor de las sanas tradiciones, si no queremos perder irresponsablemente riquezas atesoradas por la humanidad a lo largo de siglos y milenios.

La Navidad es la tradición por excelencia. Aunque inmediatamente hay que aclarar que la Navidad es mucho más que una tradición.
Es un acontecimiento. Un evento histórico o, mejor, "metahistórico", en el sentido de que rebasa, desborda y envuelve la historia misma, iluminándola y dándole su pleno significado. Por eso, la Navidad jamás será obsoleta. Y por eso también hoy tiene tanto que decirle a nuestra cultura postmoderna.

Las siguientes reflexiones son sólo un botón de muestra. 

1. El secreto del burro y el buey: La Calma

La nuestra es una sociedad apresurada. No tenemos tiempo para nada. Parecemos "malabaristas" de la existencia: Sentimos la presión de mantener muchos roles y responsabilidades en el aire y la limitación de contar sólo con "dos manos".
Y se nos nota: La prisa nos apremia; y también nos maltrata. Más allá de los estragos del stress, tan bien documentados, a veces cometemos errores muy básicos por no dedicarle a cada cosa su tiempo.
No hace mucho, al bajar del coche, por la prisa, cerré la puerta sin estar "completamente fuera". ¿El resultado? Un dedo "machucado" y algunas estrellas.

El burro y el buey, siempre presentes en los nacimientos, tienen un secreto que ofrecernos: La calma.
La tradición de colocar estos dos animales junto al pesebre del Niño Jesús no es ornamental.
Tiene fundamento bíblico: "Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo", escribe el profeta Isaías (1, 3).

Recuerdo el gesto sereno y apacible del burro y del buey del nacimiento que poníamos en casa. Dos modelos humanos difícilmente hubieran podido expresar tanta calma. El burro y el buey simplemente "están". No se mueven. No caminan. No se marchan. No tienen ninguna prisa.

La calma supone saber estar donde se debe estar en cada momento. Claro, supone también una buena organización personal y claridad de prioridades. Si quieres calma -parecen decirnos estos animales- dale prioridad a Dios. Ellos reconocieron en el Niño Jesús a su "dueño y amo".
En otras palabras, no tenían otro lugar mejor donde estar en ese momento. Si Dios fuera siempre nuestra prioridad, y le dedicáramos tiempo a la oración, al trato con Él, seguramente tendríamos más calma. No por tener menos cosas que hacer, sino por hacer las que realmente importan. Por lo demás, el tiempo no existe ni importa cuando estamos con aquellos que amamos.

"Ustedes tienen el reloj; nosotros tenemos el tiempo", decía un viejo beduino del desierto a un turista. Aprendamos del burro y el buey a no dejarnos presionar tanto por las manecillas. Y menos cuando estemos en oración. Nunca como entonces se puede saborear la serena alegría de estar junto a Dios en plena calma.

2. El secreto de José: La Providencia

Nuestra sociedad se ha vuelto demasiado racional. El concepto viene del latín "reor, ratum", que significa calcular. En otras palabras, hemos aprendido a ser calculadores. Ponderamos demasiado ciertas decisiones que podrían ser más diligentes y valientes si no miráramos tanto su precio en sacrificio o generosidad.
En el fondo, además de mezquindad, el ser calculadores supone poca confianza en Dios. Lo prevemos y lo programamos todo para no poner en riesgo nuestra comodidad o conveniencia.

También José habrá hecho sus cálculos y previsiones. "Será Hijo del Altísimo", le dijo María. Y Él concluyó en su imaginación: "Nacerá en un palacio, con los mejores médicos. Viviremos con él en Jerusalén, la capital. Nos darán como casa el Templo de Salomón. Y vendrán reyes y reinas de todas partes a visitarnos. Ya no tendré que trabajar de carpintero".

Pero, ¡Qué realidad tan distinta! Un inesperado censo en Belén, el nacimiento en una cueva y la huida a Egipto dieron al traste con sus ilusiones. Y después el regreso a Nazaret y una larga estancia ahí, sin pena ni gloria, para terminar muriendo carpintero.
La Navidad es una profunda lección sobre la providencia de Dios, que lleva muchas veces nuestra vida muy al margen de nuestros cálculos y previsiones.

Confiar en la providencia es la actitud más realista. Nadie tiene el control total de su destino personal, matrimonial, familiar, profesional, etc. No lo tuvo José; menos lo tendremos nosotros. Y es mejor que así sea. La apertura a la providencia divina nos ubica en nuestra realidad de creaturas de un Dios que ve y actúa más allá de las circunstancias prósperas y adversas, llevando siempre las cosas en el modo que más nos conviene. Fue el caso de José; y puede ser también el nuestro si aprendemos, como él, a confiar en la Providencia.

3. El secreto de los Ángeles: La Espiritualidad

Nuestra sociedad se ha vuelto cada vez más física. No en el sentido científico, sino corporal. Está obsesionada por el fitness, por la "buena forma".
Los gimnasios están cerca de llegar a ser el negocio del siglo. Ahora bien, cultivar el cuerpo no tiene nada de malo. El cuerpo es una dimensión esencial de nuestro ser.
Como dijo el filósofo Gabriel Marcel, propiamente no tenemos un cuerpo; somos nuestro cuerpo.
Posee, por tanto, una altísima dignidad, y merece todo cuidado y atención. Cada uno es responsable del cuerpo que Dios le dio a modo de talento para dar fruto en esta vida. Baste pensar que todos nuestros actos, los ordinarios y los sublimes, entran en escena a través de nuestra corporeidad; incluso el pensar y el amar.

Pero una cosa es cultivar el cuerpo y otra muy diferente es dar culto al cuerpo. El cuerpo nunca ha de ser idolatrado. Porque nadie debe idolatrarse a sí mismo. Hoy cabría hablar de un cierto narcisismo corporal. Narcisismo condenado de raíz, como en el caso de la fábula, a una profunda frustración. El tiempo pasa y deja su indeleble huella de desgaste y debilitamiento sobre el cuerpo, por más que uno se afane en conservarlo intacto. Ninguna cirugía, ningún procedimiento, ninguna técnica -por mucho avance que haya en la materia- es capaz de evitar el envejecimiento.
Y quienes van más allá de lo razonable en este campo, en lugar de envejecer con naturalidad -que es la manera "bella" de envejecer- envejecen como monstruos.

Contra esta tendencia "idolátrica" del cuerpo, los ángeles de la Navidad nos revelan su secreto: el de la espiritualidad. Ellos, que son espíritus puros, nos enseñan a valorar y a gozar la vida espiritual. A buscar no sólo una buena "condición física"; también espiritual.
Después de todo, el espíritu nunca envejece. "Cada uno tiene la edad de su corazón", solía repetir el beato Juan Pablo II. Y tal vez por eso, a pesar de los achaques de su vejez corporal, mantuvo siempre un espíritu joven. Basta ver con qué facilidad conectaba con los jóvenes en las Jornadas Mundiales que él mismo protagonizaba.

A veces podemos sentir que la vida espiritual es aburrida, monótona. El canto de los ángeles en Navidad nos recuerda que la vida espiritual es siempre bella, emocionante minuto a minuto, cualquiera que sea la condición del cuerpo. No está mal cultivar la buena forma, cuidar la salud del cuerpo. Pero también -y con mayor razón- hay que cultivar el alma. Después de todo, como dice una antigua frase latina, "los rasgos del alma siempre serán más bellos que los del cuerpo".

4. El secreto de María: El Silencio

Dos necesidades básicas nos definen: hablar y ser escuchados. Con el añadido hoy de la tecnología -celulares, redes sociales, blogs, chateo, etc.- la ecuación queda así: tendencia natural a hablar + tecnología = sociedad hiperparlante. Supongo que más de alguno habrá ya querido gritar desde algún punto del planeta: "¡Basta; cállense todos!".

María tiene un secreto para nuestra ruidosa sociedad: su silencio. Ella, la gran coprotagonista de la Navidad; la que tendría tanto que decir, tanto que contar, guarda silencio, medita.
Según la narración evangélica del nacimiento de Jesús, en esos momentos María no dijo una sola palabra. Su silencio fue el mejor modo de acompañar el acontecimiento más grande de la historia. Ningún sonido, ninguna melodía hubiera estado a la altura del momento. Por eso, bien se ha dicho, nada es más solemne que el silencio.

Ahora bien, el silencio de María no fue estéril ni superficial. Fue el espacio fecundo para reflexionar, profundizar y contemplar: "María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón" (Lc. 2, 19). Ella entendió por anticipado lo que un psiquiatra español diría siglos más tarde: en ciertas ocasiones "la palabra es plata y el silencio es oro".

El silencio tiene capas. Hay un silencio "exterior". Importantísimo. Consiste en saber "apagar" los estímulos sensoriales. Cuánto bien nos haría a todos tener al menos 30 minutos de este silencio al día. No siempre es posible. Pero habría que saber encontrar algún remanso así a lo largo del día.
Los silencios más profundos son los de la memoria, para evitar malos recuerdos y purificar el pasado; los de la imaginación, para no anticipar desgracias; los de la susceptibilidad, para no "atar demasiados cabos" y sentirnos víctimas de todo mundo, etc., etc. Adquirir la disciplina del silencio no es fácil, pero el fruto bien vale la pena. El silencio es, en cualquier caso, un guardián del alma.

5. El secreto del pueblo judío: La Esperanza

Nuestra sociedad tiende al pesimismo. No sin razón. Basta hojear cualquier periódico para lamentar lo mal que están las cosas. Y así, a fuerza de tragedias y decepciones, han bajado mucho nuestras reservas de optimismo.

En el fondo, hemos perdido esperanza. Y tal vez por eso nos hemos vuelto más superficiales. La superficialidad es la enfermedad de los que no esperan nada. De los que viven en un mundo sin profundidad, sin relieve, sin montañas que conquistar ni misterios que penetrar. J.P. Sartre escribió: "La vida es una derrota, nadie sale victorioso, todo el mundo resulta vencido; todo ha ocurrido para mal siempre y la mayor locura del mundo es la esperanza". Pues precisamente, esa locura del mundo, la esperanza, fue por siglos el gran secreto del mundo antes de Cristo; el que lo puso en una sana tensión, en una espera de Dios que no fue defraudada.

Cuando esperamos algo nos polarizamos, nos cargamos de ilusión. La esperanza mete un centro de gravedad en nuestra vida, y así nos saca de la superficialidad. La espera de Cristo ha sido la más grande que el mundo ha tenido y tiene, pues ahora esperamos su segunda venida.
La Navidad nos lo recuerda cada año. S. Grygiel definió la esperanza como la memoria del futuro. Conviene recordar siempre que lo mejor está por venir; que Cristo está por venir. Es el núcleo del mensaje del Adviento litúrgico.

El optimismo cristiano no es una vana ilusión; es una educación del alma. El optimista es quien ha sabido educar su mirada para descubrir lo positivo que se asoma a su alrededor. Y si la crónica del mundo no camina por donde quisiéramos, no es más que una invitación a mirar más alto. Después de todo, como diría Lacordaire, la adversidad descubre al alma luces que la prosperidad no llega a percibir.

6. El secreto de las estrellas: La Humildad

El glamur, según el Diccionario de la Real Academia Española, es un "encanto sensual que fascina". En nuestra sociedad equivale a una preocupación excesiva por la buena apariencia, por el look más llamativo. En un sentido más amplio, el glamur está presente en casi todos los sectores.
Hay un glamur de los negocios, del deporte, del espectáculo, de la vida social. En todos los casos, el objetivo es brillar, impresionar, ser el centro de atención.

A esta sociedad glamurosa, las estrellas de la noche de Navidad tienen un secreto que ofrecerle: el de la humildad. Las estrellas sólo brillan en la oscuridad. Cada una brilla con su tamaño y su fulgor propio, sin complejos ni tontas comparaciones.
Las estrellas brillan siempre, independientemente de si las miramos o no. Las mira Dios, y eso les basta. "No eres más porque te alaben, ni eres menos porque te desprecien; lo que eres a los ojos de Dios, eso eres", escribía Tomás de Kempis en el siglo XV.

Aquella noche de Navidad, las estrellas debieron brillar maravillosas, sin envidia de la gran estrella posada sobre la cueva de Belén. Cada una brilló lo mejor que pudo, sin sentirse menos. De haberla mirado con envidia, se habrían opacado. Porque la envidia es la polilla del talento (Campoamor).
Ellas, en cambio, por su humildad preservaron su talento. Y por eso hoy, sobre una sociedad ávida de reflectores, de relumbrón y de flashazos, ellas siguen siendo, sin pretenderlo, las verdaderas estrellas.

7. El secreto del pesebre: La Pobreza

Una nota novedosa de nuestra sociedad postmoderna es la ambición. Sin duda, ciertas ambiciones son legítimas. El problema es la ambición que se torna insaciable. El gran secreto del pesebre fue la pobreza espiritual, el desprendimiento interior.

Siempre he tratado de imaginar la historia del pesebre; una historia que, sin duda, fue de más a menos. Empezó siendo un tambo limpísimo, idóneo para almacenar agua, aceite o vino. Más tarde fue contenedor de combustible o de lejía. Después lo destaparon para llenarlo de grano trigo, garbanzo o maíz. Un poco más rodado y abollado, se convirtió en tambo de basura.
Muchos golpes después, picado y maltratado, cuando ya no servía para otra cosa, lo pasaron por la sierra y, partido por la mitad, dejó de ser tambo y empezó a ser pesebre, en el que colocaron paja para vacas y bueyes.

Quizá nunca imaginó, rodando por la pendiente de la humillación, que llegaría a ser el primer sagrario de la historia, después de María. El pesebre nos recuerda que muchas veces se es más feliz y afortunado siendo menos que más; que el camino de la ambición no lleva a ninguna parte; y que las predilecciones de Dios tienen muy poco que ver con nuestros méritos.

8. El secreto de los Reyes Magos: La Docilidad

Nuestra sociedad presume, con razón, de independencia. Pero una mal entendida libertad puede llegar a ser una falsa autonomía, que raya en la ilusión, en la pérdida de referentes morales y de criterios rectos y claros. Ciertas corrientes de pensamiento han postulado un falso humanismo, que consiste en borrar a Dios del horizonte para que el hombre pueda ser plenamente hombre. Su tesis, en resumen, podría enunciarse así: "Si Dios es, el hombre no puede ser".

Esta postura, sin embargo, constituye un verdadero drama, que inspiró el título de un libro del teólogo Henri de Lubac: El drama del humanismo ateo. Años más tarde, el Concilio Vaticano II resumía admirablemente su esencia: "La criatura sin el Creador desaparece... Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida" (Gaudium et spes, 36).

En otras palabras, cuando el hombre deja de tener por referente a Dios, se extravía en un laberinto sin salida. Es aquí donde los Reyes Magos tienen un secreto maravilloso que ofrecernos: el de la docilidad a Dios. Ellos se dejaron guiar. Fueron verdaderamente sabios al no fiarse de sí mismos, de su autonomía; al buscar fuera de sí mismos, en el cielo, la verdadera razón de su vida y el camino a seguir. Cierto, el camino fue largo y muchas veces oscuro. Pero en premio a su docilidad, encontraron al mismísimo Dios, que se hizo carne para ser hallado.

Su docilidad es una lección de sensibilidad a los auténticos valores y a las inspiraciones de lo alto. Dios nos manda señales; nos sugiere, nos invita, nos muestra estrellas que seguir. El corazón rebelde se ciega y endurece; se enferma de lo que la Biblia llama "esclerocardía" -dureza de corazón-. En cambio, el corazón sensible tiene ojos; y el dócil, pies. Así puede descubrir las "señales de arriba" y seguirlas con paciencia, sabiendo que tarde o temprano le llevarán al mejor de los hallazgos: Dios mismo.

9. El secreto de los pastores: La Fe

A nuestra sociedad cada día le cuesta más creer. Es cierto, muchas certezas se han derrumbado; muchas confianzas han sido defraudadas, sobre todo en los últimos años. Por eso, más de alguno me ha dicho: "Ya no sé en qué creer".

El secreto de los pastores fue su fe. Una fe sencilla, pero viva, operante y alegre. Ellos eran, muy probablemente, hombres sin educación, sin formación, sin grandes lecturas.
Pero aquella noche de Navidad fueron los hombres más iluminados de la historia. Dice el Evangelio: "Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño.
Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz" (Lc. 2, 8 - 9). Eso es la fe: una luz envolvente, que todo lo ilumina: no sólo la noche, también la vida; no sólo el entorno, también el corazón.

La suya fue una fe sin cuestionamientos. Inmediatamente, sin mayor deliberación, los pastores se levantaron y se pusieron en camino. "Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado" (Lc. 2, 15).

La fe no es sólo "creer" con la mente. Es un dinamismo interior que nos pone "en movimiento". La fe cambia la vida. Nunca es estática. Porque nuestro corazón tampoco lo es; siempre busca un horizonte ilimitado. Las solas expectativas de esta vida le quedan chicas; y sus motivaciones, también.

La fe de los pastores, por lo demás, tampoco contradijo su razón. Sólo la iluminó. La llevó mucho más lejos. La abrió a una revelación que venía de lo alto. Porque, en definitiva, la fe es más una respuesta que una búsqueda. Los pastores no buscaron a Dios; sólo se dejaron encontrar por Él.

La fe desemboca en un gran sentido de lo esencial. Aquella noche, los pastores descubrieron que ya nada importaba, que sólo una cosa era necesaria: estar junto al Recién Nacido. Quien posee el sentido de lo esencial capta lo importante, busca lo único necesario, y así simplifica muchísimo su vida. Fue lo que años después diría Cristo a Marta: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada" (Lc. 10, 41-42).

10. El secreto de la noche de Navidad: La Paz

Se diría que éste último secreto de la Navidad es la síntesis de todos los anteriores: la paz.
San Agustín la definió como la "tranquilidad del orden". Según los historiadores, durante la noche de Navidad cesaron las guerras, se hermanaron los pueblos, se reunieron las familias, y parece que todo el cosmos se puso en paz.
El Martirologio romano subraya este hecho cuando dice que Cristo nació "mientras reinaba la paz en toda la Tierra".

La paz es un resultado. Algo que encontramos al final del esfuerzo. Quien renuncia a la prisa, confía en la Providencia, se ejercita en la espiritualidad, vive el silencio, madura su esperanza, forja su humildad y pobreza, su docilidad y su fe, seguramente hallará paz.

Parecen demasiados pasos. En realidad, el camino no es tan largo. Porque todos estos esfuerzos son vasos comunicantes.
Quien trabaja en un aspecto, termina por crecer también en los demás. No hay hombre que ore sin ejercitar su fe, su abandono en Dios, su pobreza y humildad. Por eso, más que ver una lista de tareas, tomemos al menos un secreto de la Navidad y empecemos a vivirlo con empeño e interés.
Cualquiera de ellos tiene toda la virtualidad para cambiarnos la vida y mejorarla notablemente.

Y no olvidemos que el verdadero centro de la Navidad es Jesús mismo. Él es el Príncipe de la Paz, como lo llama la Iglesia. En Él y sólo en Él encontraremos la paz.
En Él posemos nuestra mirada, confiada y segura. Quizá el "mundo feliz" que algunos han profetizado no es tan utópico como pareciera. Porque en realidad no se necesita quién sabe qué nivel de desarrollo científico y técnico para clonar a la gente y diseñar una perfecta ingeniería social.
Si queremos una sociedad postmoderna "feliz" -hasta donde es posible en esta vida-, sólo hay que redescubrir algunos secretos esenciales, poner a Cristo al centro de cada familia y dejarlo reinar.

Después de todo, Dios sigue siendo el Señor de la vida y de la historia, aunque no lo parezca. Su victoria sobre el mal -en cualquiera de sus formas- es ya una realidad. Y, si lo acogemos, su victoria será también nuestra. O para decirlo de forma más poética, con un himno de la Liturgia de las Horas, "derrotados la muerte y el pecado, es de Dios toda historia y su final; esperad con confianza su venida; no temáis, con vosotros él está. Volverán encrespadas tempestades para hundir vuestra fe y vuestra verdad, es más fuerte que el mal y que su embate el poder del Señor, que os salvará".

¡Feliz Navidad!
P. Alejandro Ortega Trillo, L.C.

Ciao.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Preparar y allanar el sendero al Mesías


Preparemos el camino del Señor que viene, en los desiertos de hoy, desiertos exteriores e interiores, sedientos del agua viva que es Cristo.

Palabras de SS Brnedicto XVI durante el Ángelus en el II Domingo de Adviento, 9 de diciembre de 2007

Queridos hermanos y hermanas:

(...) Hoy, segundo domingo de Adviento, nos presenta la figura austera del Precursor, que el evangelista san Mateo introduce así: «Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: ¡Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos! (Mt 3, 1-2).

Tenía la misión de preparar y allanar el sendero al Mesías, exhortando al pueblo de Israel a arrepentirse de sus pecados y corregir toda injusticia. Con palabras exigentes, Juan Bautista anunciaba el juicio inminente: «El árbol que no da fruto será talado y echado al fuego» (Mt 3, 10). Sobre todo ponía en guardia contra la hipocresía de quien se sentía seguro por el mero hecho de pertenecer al pueblo elegido: ante Dios -decía- nadie tiene títulos para enorgullecerse, sino que debe dar "frutos dignos de conversión" (Mt 3, 8).

Mientras prosigue el camino del Adviento, mientras nos preparamos para celebrar el Nacimiento de Cristo, resuena en nuestras comunidades esta exhortación de Juan Bautista a la conversión. Es una invitación apremiante a abrir el corazón y acoger al Hijo de Dios que viene a nosotros para manifestar el juicio divino. El Padre -escribe el evangelista san Juan- no juzga a nadie, sino que ha dado al Hijo el poder de juzgar, porque es Hijo del hombre (cf. Jn 5, 22. 27). Hoy, en el presente, es cuando se juega nuestro destino futuro; con el comportamiento concreto que tenemos en esta vida decidimos nuestro destino eterno. En el ocaso de nuestros días en la tierra, en el momento de la muerte, seremos juzgados según nuestra semejanza o desemejanza con el Niño que está a punto de nacer en la pobre cueva de Belén, puesto que él es el criterio de medida que Dios ha dado a la humanidad.

El Padre celestial, que en el nacimiento de su Hijo unigénito nos manifestó su amor misericordioso, nos llama a seguir sus pasos convirtiendo, como él, nuestra existencia en un don de amor. Y los frutos del amor son los «frutos dignos de conversión» a los que hacía referencia san Juan Bautista cuando, con palabras tajantes, se dirigía a los fariseos y a los saduceos que acudían entre la multitud a su bautismo.

Mediante el Evangelio, Juan Bautista sigue hablando a lo largo de los siglos a todas las generaciones. Sus palabras claras y duras resultan muy saludables para nosotros, hombres y mujeres de nuestro tiempo, en el que, por desgracia, también el modo de vivir y percibir la Navidad muy a menudo sufre las consecuencias de una mentalidad materialista. La "voz" del gran profeta nos pide que preparemos el camino del Señor que viene, en los desiertos de hoy, desiertos exteriores e interiores, sedientos del agua viva que es Cristo.

Que la Virgen María nos guíe a una auténtica conversión del corazón, a fin de que podamos realizar las opciones necesarias para sintonizar nuestra mentalidad con el Evangelio.

Autor: SS Benedicto XVI.


Ciao.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Por la libertad de Asia Bibi



Ayer por la noche, estuve viendo por Internet los Premios Hazte Oír, ya que no he  podido asistir a Madrid.
Varios fueron los premiados, todos ellos muy merecidos, pero el que más me impactó es el que le dieron a Asia Bibi, recogido por su marido y su hija, con unas emotivas palabras de agradecimiento al pueblo español por nuestro apoyo, y a Hazte Oír,  por haberlos premiado.
Ya llevamos mucho tiempo oyendo hablar de la injusticia que se ha hecho con esta persona, y hemos mandado correos al Presidente de Pakistán, para que la deje en libertad.
Hoy retomo la carta que mandó Asia desde la cárcel al todos los españoles, sin saber muy bien si alguna vez la llegaríamos a leer.
Gracias a la página de Hazte Oír, esta carta, se puede difundir, lo mismo que el enlace, para firmar por que el Presidente de Pakistán le conceda su libertad, enlace que pondré al final de este post, por si alguno de vosotros no ha firmado todavía. Somos muchos los que ya lo hemos hecho, pero todos los correos que se reciban, serán un apoyo más para conseguir su liberación. Da lo mismo si somos de España o de cualquier parte del mundo. Lo importante es que en la presidencia de su país, se reciban una cantidad tan grande de correos, que el Presidente al final, se de cuenta de la injusticia que se está cometiendo con esta buena mujer, y la deje en libertad, para poder disfrutar de sus cinco hijos y de su marido.
Aquí os dejo esa emotiva carta, que fue fechada el pasado 5 de noviembre en la prisión de Sheikhupura, en Pakistán, Asia Noreen Bibi pide ayuda a los españoles para volver con su familia. Asia Bibi recibirá el próximo 15 de diciembre uno de los Premios HO 2012 por su ejemplar vivencia de la libertad religiosa en un entorno de intolerancia. Su marido, Ashiq Masih, asistirá a la ceremonia de los Premios HO 2012, el próximo 15 de diciembre en Madrid.


Prisión de Sheikhupura, Pakistán, 5 de noviembre de 2012
Me llamo Aasiya Noreen Bibi y no sé si llegarás a leer esta carta. Escribo a los hombres y las mujeres de buena voluntad de España, desde mi celda sin ventana en el módulo de aislamiento de la prisión de Sheikhupura, en Pakistán. Llevo encerrada aquí desde el mes de junio de 2009. Me han condenado a morir en la horca por blasfemar contra el profeta Mahoma. Dios sabe que es una sentencia injusta y que mi único delito, en este mi gran país al que tanto amo, es ser católica. 
No sé si estas palabras verán la luz y llegarán a ser leídas por alguien al otro lado de los muros de esta cárcel. Si el Señor misericordioso quiere que así sea, pido a los españoles que recen por mí e intercedan ante el presidente de mi hermoso país para que me permita recuperar la libertad y volver a reunirme con mi familia, a la que tanto echo de menos. 
Estoy casada con un buen hombre llamado Ashiq Masih y, juntos, tenemos cinco hijos que son una bendición del Cielo: un varón, Imran, y cuatro chicas, Nasima, Isha, Sidra y la pequeña Isham. 
Solo quiero volver a estar con ellos, a ver sus sonrisas y devolverles la paz. Están sufriendo por mí, al verme encerrada y privada de justicia. Temen por mi vida, pues la sentencia que me condena a morir ahorcada es firme y un indulto puede evitar que acabe ejecutándose. 
Un juez, el honorable Naveed Iqbal, entró una mañana en mi celda, después de condenarme a una muerte horrible, y me ofreció revocar la sentencia si me convertía al Islam. Yo le agradecí de corazón su buena intención, pero también le dije, con toda la claridad de la que soy capaz, que prefiero morir como cristiana que salir de prisión siendo musulmana. 
“He sido juzgada por ser cristiana”, le dije al señor juez. “Creo en Dios y en su enorme amor. Si usted me ha condenado a muerte por amar a Dios, estaré orgullosa de sacrificar mi vida por Él”, le dije.
Dos hombres justos han sido asesinados por pedir justicia y libertad para mi persona. Su destino me desgarra el corazón. 
El gobernador de mi región, Punjab, el señor Salman Taseer, fue asesinado el 4 de enero de 2011 por un miembro de su escolta, simplemente porque pidió a las autoridades del Gobierno que me pusieran en libertad y se opuso a la ley sobre la blasfemia que rige en Pakistán. 
Dos meses después, un ministro del Gobierno, el señor Shahbaz Bhatti, cristiano como yo, fue asesinado por la misma causa. Rodearon su coche y le dispararon con ensañamiento hasta darle muerte. 
Me pregunto cuántas personas más tienen que morir por causa de la justicia. Rezo a todas horas para que Dios misericordioso ilumine el juicio de nuestras autoridades y sus leyes civiles restablezcan la antigua armonía que siempre reinó en mi gran país entre las personas de distintas religiones. 
Jesús nuestro Señor y Salvador nos amó libres y creo que la libertad de conciencia es uno de los mayores tesoros que nuestro Creador nos ha dado y tenemos que preservarlo.
Sentí una gran emoción al conocer que el Santo Padre Benedicto XVI había pedido mi indulto. Dios me conceda vivir para peregrinar a Roma y, si es posible, agradecérselo personalmente.
Ahora pienso en mi familia. Lo hago a todas horas. Vivo con el recuerdo de mi esposo y de mis hijos, y pido a Dios misericordioso que me permita volver a reunirme con ellos. 
No sé si esta carta llegará a tus manos, amigo o amiga española. Si así fuera, acuérdate de que hay personas en el mundo que son perseguidas por causa de su fe y, si está en tu mano, pide por nosotros al Señor y escribe al presidente de Pakistán rogándole por que me permita volver a estar con mi familia.
Si lees esta carta, Dios lo habrá hecho posible. Que Él, que es bueno y justo, te colme con su Gracia.
Afectuosamente,

Asia Bibi

Ciao.


Para firmar la petición de libertad, pincha en este enlace, por favor.

http://www.hazteoir.org/firma/49765-firma-asia-bibi-casa-ya