martes, 5 de enero de 2016

¡Noche mágica de Reyes!



Si para los niños hay una noche mágica en el año, es la noche de los Reyes Magos de Oriente. Es una noche de deseos y de ilusión, donde las haya. Ellos han escrito sus deseos en una carta que harán llegar a los Reyes para que les traigan los regalos, si se han portado bien durante el pasado año. Pero, para bien o para mal, los Reyes traerán lo que traerán, aunque estará envuelto en celofanes de colores y despertarán la sorpresa de los pequeños, que los recibirán con toda la ilusión…

Cuando ya somos “mayores” y sabemos que los Reyes Magos de Oriente son en verdad nuestros padres, empezamos a preocuparnos por los regalos que nos traen, por cómo es posible que los Reyes estén en tantas cabalgatas a la vez, por qué son tres o si podremos verlos llegar a nuestra casa… Y, así, día a día, perdemos la sorpresa y la ilusión en esa especial noche, que se convierte en una más de nuestro año. Pero si hay un síntoma común entre los niños que están apunto de descubrir “la verdad” es que, durante un tiempo, se resisten a creérsela, a pesar de que los compañeros de clase se lo confirmen o aquel hermano o primo mayor se lo diga…

Aún recuerdo a mis hijos que, aún sabiendo que los Reyes eran los padres, esperaban esa noche con la ilusión de descubrir la sorpresa que al día siguiente les esperaba.

Ahora creo que no deberíamos perder nunca la ilusión, las ganas de jugar viviendo y la propia magia de nuestra vida, ni tan siquiera como adultos.
Los Reyes Magos son como la Vida misma, pues a pesar de nuestros deseos y preferencias, casi nunca traen lo que pedimos en nuestra carta a los Reyes, aunque esperan de nosotros que mantengamos la ilusión y la esperanza, además de la magia que siempre posee nuestra vida. Una vida sin ellas no es vida, por eso tanta gente no vive con ilusión. La perdimos con la edad y, sobre todo, al dejar de mirar la vida con el corazón, como cualquier niño hace, cada día de su vida.

A pesar de mi edad, cada día más intento mirar la vida desde el corazón, como todos los niños hacen. Intento -lo que no es siempre fácil- recibir lo nuevo en mi vida con ilusión y esperanza, lo que otorga una magia especial a mi vida, cada día.
Sí, escribo cartas a los Reyes pidiéndole lo que deseo, pero luego dejo que sean ellos -o sea, la vida- la que me traiga lo que considere mejor para mí, según cada momento.
Eso es para mí vivir y aceptar lo que la vida me trae, pues no es más que el mejor regalo que me puede hacer.
Estar vivo, sentir profundamente y vivir intensamente cada instante que tenga que venir y compartirlo, con amor. Los Reyes nunca traen carbón, sino lecciones por aprender, que siempre me preparan para lo que vendrá.

También he aprendido que, a veces, los mejores regalos no vienen envueltos en los colores más vistosos y bonitos, sino que, como el amor o la felicidad llegó a mi vida de hoy, aparecen en el momento más inesperado, discretamente, como solo pueden lograrlo esos Reyes Magos de Oriente -o, a veces, incluso alguna Reina- con sus misteriosos regalos, la propia magia cotidiana de la vida o la misma luna llena de hoy…

Ciao.

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