domingo, 17 de julio de 2016

¡Jo, qué rabia que me haya salido mal!


Dolor, rabia, impotencia… ¿Qué sentimos cuando se viene abajo aquello por lo que tanto nos hemos esforzado?

Nuestro proyecto se cae y nosotros también. Pero no estamos abatidos. Al contrario, en nosotros se desata una poderosa energía, aunque parezca que toma forma de rabia.

Hay personas que desperdician esa energía. La utilizan para planear venganzas, para quejarse de mil maneras diferentes, para repartir culpas (incluyéndose a ellos mismos) o para autocompadecerse, sintiendo una pena infinita por su propia persona.
En un primer momento, se puede entender, pero la energía se les escapa como el agua de una tubería agujereada.
Pero, ya que pasa el escape y nos calmamos lo suficiente como para pensar, tenemos la opción de seguir invirtiendo nuestra energía en culpas, quejas y lamentos o la de emplearla para levantarnos y revivir a nuestro fracaso.

¿Qué pasaría si utilizáramos esa rabia que nos arde en el pecho para buscar una salida y luchar con más determinación por lo que queremos? Hay personas que hacen esto y no están hechas de una pasta diferente a la nuestra.

Pensemos qué actitud vamos a tomar cuando caigamos y nos de esa rabia propia de encontrarnos con una contrariedad. Tomémonos tiempo para calmarnos y examinar la realidad. Y, después, usemos esa rabia como el impulso que nos saque de ahí.
Recuérdalo. Encaucemos esa energía en una dirección beneficiosa para nuestros intereses, en hacer los cambios que creamos convenientes ,o en mantenernos firmes. No la malgastemos.

Ciao.

No hay comentarios: