viernes, 11 de noviembre de 2016

¿Progres o carcas?



Todos tendemos a poner etiquetas a los demás. Etiquetar a otros nos protege, puesto que nos libra del esfuerzo de ir al fondo de las personas y descubrir que todos somos mucho más complejos que lo que la estrecha información de la etiqueta nos dice.
Si nos quedamos en ella, no tenemos que cambiar nuestra perspectiva sobre esa persona, puesto que todo lo que haga lo veremos en función de ese prejuicio. Esto se ve con claridad en la política pero, desgraciadamente, se ve también en la Iglesia.

Por eso, para salir de las etiquetas eclesiales, es más importante hoy que nunca fijarnos no tanto en quién dice las cosas sino en las cosas que dice esa persona. Un “carca” puede tener una dosis de realismo que el “progre” no sospecha; y el “progre” una visión novedosa que al “carca” le cuestiona. Ambos se enriquecen y necesitan mutuamente.

Lo que es realmente preocupante es hacerse prisionero de nuestras propias etiquetas y sentir una especie de obligación a decir las cosas que se supone que tenemos que decir o que los demás esperan que digamos.
¿Bajo qué etiqueta, entonces, nos identificamos? Creo que hacerse esa pregunta es un error. Somos hijos de la tradición, puesto que somos cristianos gracias a muchas personas e instituciones que han sabido, con mayor o menor acierto, transmitir la fe a la siguiente generación. Pero también somos hijos de la novedad rompedora del Evangelio, que siempre cuestiona el status quo y nos pide discernir los signos de los tiempos.

El conservador no quiere que nada cambie; el tradicional, por el contrario, saca lo mejor del pasado. El progresista cree que la novedad es, por sí misma, buena; la persona abierta discierne lo nuevo para descartar lo malo y quedarse con lo bueno. La convivencia de estas dos tendencias, sin etiquetas ni prejuicios, es necesaria. Y buena para nuestra vida de fe.
O como dijera Jesús: “Un letrado que se ha hecho discípulo del reinado de Dios se parece a un amo de casa que saca de su alacena cosas nuevas y viejas” (Mt 13, 52).

Pedro Rodríguez Ponga SJ

Ciao.

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