martes, 15 de mayo de 2018

Oscuridad deshabitada, oscuridad habitada


Los momentos de desánimo y confusión que retan la vida cristiana pueden ser descritos como oscuridad. 
San Juan de la Cruz llamó a dichas situaciones la noche oscura, y las expresó a través de imágenes como el sentirse abandonado por Dios, caminar en la noche, o buscar sin éxito al Amado, que permanece escondido.
En esta misma tónica, San Ignacio de Loyola presenta la oscuridad como lo que él llama desolación espiritual (cfr. EE,313ss) y que encontramos además en la experiencia de la pasión y muerte de Cristo, en donde la Divinidad se oculta y su presencia no puede ser vista.
Estas situaciones son oscuras no sólo por la experiencia que reportan, sino por las diferentes realidades que describen: Y que pueden presentarse de dos maneras: en unos casos la oscuridad es algo a resolver; mientras en otros la oscuridad es algo que hay que habitar.
En el primer caso, la responsabilidad de la oscuridad recae en el sujeto que la vive, y está llamado entonces a reaccionar fuertemente contra ella, a «limpiar la casa», para así, volver al estado de consolación al que somos llamados, iluminados por Dios y su claridad.
En el segundo caso, la oscuridad es una situación vital que el mismo sujeto desea atravesar como una consecuencia del seguimiento de Aquel a quien ama.

Jorge Ochoa, SJ.

Ciao.

2 comentarios:

Angelo dijo...

Hay que distribuir la noche oscura de la desolación espiritual de la que nos habla San Ignacio de Loyola, aunque en la noche oscura se encuentre también la desolación espiritual.
Un abrazo querida amiga

lojeda dijo...

Muchas gracias amigo por tu visita y comentario. Imagino que todo irá bien ¿Verdad? Un abrazo grande para toda la familia.