Somos luz y sombra, trigo y cizaña, lobo y cordero...
La integración de nuestras cualidades opuestas y nuestras luces y sombras es un camino de aceptación, madurez y reconciliación que todos debemos hacer.
No aceptar nuestras propias sombras nos hace más rígidos, intolerantes e impacientes con los demás.
Cuando aceptamos muestras propias oscuridades desde la misericordia de Dios nos volvemos más compasivos, más tolerantes.
Las personas con las que nos cruzamos a diario llevan en su interior los mismos opuestos que nosotros. Son iguales a nosotros.
Debemos ayudarlos a reconocer la luz que hay en ellos, como Jesús lo hace con nosotros para que vean todo lo bueno que también llevan en su interior.
Necesitamos descubrir y recoger el bien que Dios ha sembrado en nuestro interior y en los demás.
Ciao.
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