Decimos que es espíritu, presencia, aliento, que nos empuja, nos impulsa y nos sostiene. Decimos que es fortaleza, Vida que llena nuestras vidas… Y por eso le pedimos que nos ayude a sentirle, a confiar en El y a dejar que ilumine nuestros días…
A veces no siento tu aliento, tu presencia, tu impulso...
Esos días en que las cosas se tuercen, en que parece que me faltan los motivos, en que la alegría no lo es tanto y los problemas resultan enormes.
Entonces me siento un poco menos vivo, un poco más cerrado, un poco más apagado.
Entonces parece que cuesta más encontrar sentido a las cosas, y uno se siente más lejano, menos hermano.
Entonces uno no se ve con fuerzas para mirar las propias heridas ni para acompañar las ajenas…
Y sólo puedo volverme a ti y decirte, ayúdame.
Al final, siempre estás. Y donde menos lo espero se enciende una luz y todo parece cobrar sentido.
Estás en una palabra de ánimo, en una broma, en una llamada, en un gesto casi imperceptible.
Estás invitándome a salir a la intemperie, a asomarme a mi hermano –que siempre me espera y en quien siempre me esperas-.
Estás, paciente, fiel, no te cansas de mí aunque yo pueda olvidarte.
Estás, crees en mí, me esperas, cuentas conmigo para
compartir belleza, esperanza, dignidad.
Estás y contigo caen barreras, y ya no hay “yo”, sino “nosotros”. Y el corazón late con tu aliento. Aunque a veces ni me dé cuenta.
Pastoral SJ
Ciao.
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