En tiempos de crisis necesitamos reencontrar aquello en que se fundamenta nuestra existencia. San Ignacio de Loyola descubrió en su conversión que poner a Dios como Principio y Fundamento de la vida da sentido y trascendencia en todo lo que hacemos, somos y tenemos. Ignacio plantea que la búsqueda de Dios se hace a partir de las experiencias de amor más profundas que hemos vivido, las cuáles nos unen más a él dando la vida en amor por la humanidad y por todo lo creado.
El siguiente ejercicio puede ayudar a reflexionar lo anterior:
1. Haz un recuento de los momentos de tu vida en que te has sentido amado y amando profundamente.
2. Descubre si esos momentos te hacían sentir auténtico, es decir, que al amar así gozabas dando lo que tenías y te sentías consolado y agradecido de existir.
3. Examina si en todo lo anterior estaba la presencia viva de Dios en el deseo compartido que se movía en ti y en los demás de seguirse entregando mutuamente.
4. Mira tu momento actual y explora ¿Cómo te sientes con lo que haces y con la vida que llevas? Posiblemente sigues gozando la entrega generosa de tu vida a los demás; o, probablemente, te has ido enfriando a lo largo de la vida, la rutina te ha comido y Dios se ha convertido en un referente lejano.
5. Si te has ido apagando ¿En qué necesitas que Dios te ayude para volver a acercarte nuevamente y sentirte consolado por Él?
6. Si te ayuda alguna de las siguientes lecturas órala y pídele a Dios lo que necesitas. (Los huesos secos Ez 37,1-14 / El hijo pródigo Lc 15, 11-32)
En algún momento, todos nos hemos sentido en crisis, tibios o fríos, es honesto reconocerlo y pedir a Dios volver a su presencia.
Creerle a Dios es volver a creer en el amor y confiar. Dios no busca supermens o superwomen, busca hijos e hijas de carne y hueso que reciban su palabra para que sea luz y fecundidad en sus corazones y compartan con más personas esta esperanza.
P. Jorge Becerra, SJ
Ciao.
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